jueves, 27 de octubre de 2022

JESÚS REY DE AMOR, por el Padre Mateo Crawley-Boevey. Parte V

 


               He aquí al efecto una bellísima historia o leyenda sobre un Crucifijo milagroso. Llora, confesándose a sus pies, un gran pecador que se encuentra sinceramente arrepentido... Eran tantos sus pecados, que el Confesor vacila un momento en darle la absolución. Mas, vencido por las lágrimas, "Yo te absuelvo —le dice—, ¡pero cuidado con recaer!» 

               Al cabo de bastante tiempo regresa el penitente. —He luchado con denuedo, pero... he tenido un momento de vértigo, de flaqueza, he recaído... Confundido, retorna en el acto a reconciliarse con Dios. —No —le dice el confesor—, ¡esta vez no puedo absolverte! —Pero, Padre, ¡téngame piedad!, piense que soy apenas un. convaleciente de grave y larga enfermedad..., ¡piedad, soy sincero! A duras penas, y después de severas recriminaciones, volvió a darle la absolución. 

                El penitente estaba de veras arrepentido, pero el hábito de tantos años de pecado, la naturaleza toda resentida, envenenada por el vicio, dan por tierra una tercera vez con sus propósitos, después de largo tiempo de perseverancia... Acude con sencillez y confianza al confesor, pues quiere rehabilitarse. —¡No! —le dice el Confesor—. ¡Esta vez sí que no! ¡No estás arrepentido, no te doy la absolución! En vano llora, suplica, argumenta de rodillas el pobre enfermo: «Soy débil, no malo... —dice—; quiero ser fiel, lo prometo...; pero, cabalmente, para serlo, necesito el perdón que reclamo.» —No puedo —dice el Sacerdote, y se levanta para irse, procurando desasirse del penitente, que le detiene con ambas manos. En este momento se oye un gemido de inmenso amor y de inmensa compasión... 




               Los dos levantan al mismo tiempo los ojos y ¿qué ven?... El pecho del Crucifijo, henchido por un sollozo de emoción, los ojos llenos de lágrimas y más...!oh, prodigio!, la mano derecha desclavada. Y luego oyen su voz suavísima, que dice entre sollozos, al trazar la cruz: «¡Yo sí que te perdono, me costaste Mi Sangre!» No me detengo a averiguar si el hecho es histórico o legendario, ello me importa poco. El Señor es dulce y bueno, es compasivo y tierno, es misericordioso en grado... que no imaginamos, «¡porque a ese Jesús le costamos su Sangre!» Atrás, pues, atrás con las aberraciones del jansenismo, gas asfixiante, deletéreo que, a pesar de los anatemas, sigue haciendo estragos en casas religiosas y entre las almas más puras y delicadas. 

               Recordadlo siempre: el gran respeto es el grande amor; pero el amor, cuando es hondo y grande, trae siempre consigo inmensa confianza. Vivimos bajo el imperio de la ley de gracia, pues por felicidad inmerecida; por favor del Cielo no somos judíos de espíritu..., hemos nacido del lado de acá del Calvario. La falta de confianza es una gran ingratitud, y es una gran falta de sencillez y de abandono. Sed más niños con vuestro Padre que está en los Cielos... Reconoced vuestros defectos, sí, mas no os dejéis sofocar y desanimar por ellos; antes bien, haced como el Señor, sacad partido de la enfermedad y de la miseria, para su Gloria y vuestro bien. ¿Qué Santo hubo, con excepción de la Inmaculada, que no tuviera defectos? Arrojadlos en el brasero del Corazón de Jesús... y quemaos vosotros tras ellos.



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