Aquella que la Iglesia tiene la costumbre de saludar como Madre de la Gracia y Madre de Misericordia, se ha mostrado siempre como tal sobre todo cuando se ha recurrido al Santo Rosario; y ésa es la razón por la cual los Pontífices Romanos jamás han dejado pasar una sola ocasión de exaltar la eficacia del Rosario mariano y de enriquecerlo con el tesoro de las indulgencias»
Papa Benedicto XV, Encíclica "Fausto appetente die", 29 de Junio de 1921
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