martes, 23 de abril de 2024

EL BESO DEL TRAIDOR SOBRE LA FAZ DE JESÚS


Oh, Faz adorable, 
besada por Judas el traidor, 
ten piedad de nosotros


               Jesús, habiendo terminado su oración, regresó donde sus discípulos y les dijo "Levantaos, vamos ; mirad, está cerca el que habrá de traicionarme". Apenas había terminado de hablar, cuando Judas se presentó a la cabeza de una tropa armada con espadas y antorchas, para llevarse al Señor conforme el signo que les había dado a ellos... "Aquél, a quien yo bese, ése mismo es, lleváoslo rápidamente". Y mira que el traidor en verdad se acerca a Jesús, y le da un beso infame sobre Su augusta Faz, diciendo "Te saludo, Maestro", ¡qué hipocresía y qué ultraje! 

               Nuestro Señor había colmado a Judas con bondad, lo había llamado a la gloria del apostolado, lo había honrado con el don de realizar milagros, y había confiado a su cuidado los recursos de los que podía disponer el rebaño que le había seguido. 

               Después de haberle lavado sus pies, lo había admitido al primer banquete eucarístico y se le había dado Él mismo en la Santa Comunión... ¡Que Comunión sacrílega, oh, Buen Maestro, ¡y que terrible el resultado de ella! ¡El ultraje infringido sobre Jesús por el traidor se dirige a Su Corazón, y se manifiesta en Su Santa Faz!. 

               Cuán dolorosa para el Salvador fue la traición de Su apóstol. Jesús la recibe y Él aún llama a Judas su amigo "Amice, ad quid venisti?" (Evangelio de San Mateo, cap. 26, vers. 50).

               Era tanto como para decirle "Aunque ya no Me amas más, Yo siempre te amo, y Mi Corazón permanece abierto para ti, a pesar de la vergüenza que cubre Mi Rostro". 

               Perdón, Señor, perdón, mil veces, perdón por el beso traidor. Ah, ojalá con mi amor consolara Tu Corazón, y por mis reparaciones lavara Tu Faz divina por las afrentas recibidas en el Huerto de la Agonía. 

              ¡Cuántas veces, ah! ¡no ha sido renovado el beso de Judas! Conozco un hombre, oh, Dios mío, a quien colmaste con el exceso de Tu ternura, y en cuya alma, sumergida en la inmundicia del pecado, Te compadeciste. Tú la alzaste y la sumergiste en el baño de la Salvación, la acercaste a Tu Corazón, y la alimentaste en Tu mesa con el Pan de los Ángeles, y todavía este hombre Te traiciona. Y este pecador soy yo mismo, oh Señor, yo que he despedazado Tu Corazón, con mi ingratitud, y con mis iniquidades. He cubierto Tu Faz adorable de vergüenza. 

               Por último, no me permitas traicionarte con una Comunión sacrílega, con un beso hipócrita. Ah, Señor, sería mejor para mí morir mil veces que de nuevo traicionarte. Inclina sobre mí Tu Faz misericordiosa. Que escuche, caer de Tus labios, la dulce palabra pronunciada en el huerto "Amice", amigo... Sí, Jesús, de ahora en adelante, seré Tu amigo. ¡Qué insensatez traicionarte por una locura pasajera de orgullo, de sensualidad y de avaricia!. ¿En mi última hora que habré cosechado de ello?

               Amarte como un fiel apóstol, tal debe ser el pósito de mi vida; reparar los ultrajes que Te he infringido, será de ahora en adelante mi única ocupación, para que un día pueda escuchar pronunciar de Tus labios, ya no más un amable reproche, sino lleno de ánimo y salvación "Amice, ad quid venisti?" Y yo responderé "¡Señor, a alabarte, a amarte, a bendecirte por toda la Eternidad!


Jaculatoria para repetir a lo largo de hoy...

"Osculetur me osculo oris Sui".  
Que me bese con los besos de Su boca 
(Cantar de los Cantares, 1, 1)


Tomado del libro "Un mois en l'honneur de la Sainte Face",
por el Sacerdote Jean-Baptiste Fourault, 
editado por vez primera en 1903




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