Tal día como hoy, en 1989, moría en El Desierto Carmelitano de Batuecas y en olor de santidad, el Padre Valentín de San José, a quien profeso sincera devoción y cuyos escritos he compartido en este blog en numerosas ocasiones.
Nuestro Padre Valentín tiene su foto y enlace propios en este pequeño lugar, en el margen izquierdo de la pantalla; por eso les animo a releer esos pequeños extractos, repletos de espiritualidad carmelitana, que nos lleva a la máxima de la Orden: buscar de continuo, cada hora y segundo, la mirada amorosa de Dios sobre nuestra vida.
Les ruego la limosna de sus oraciones por mí, usando como intercesor al Padre Valentín de San José.
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BREVE BIOGRAFÍA
“Fue consejero habitual y confesor de Santa Maravillas de Jesús y junto a ella, restauró el Desierto de Batuecas en 1950; de alguna manera, fueron “la Santa Teresa y el San Juan de la Cruz del siglo XX”. Predicador fogoso, confesor, director espiritual, Consejero Nacional de las Hermandades Ferroviarias y Director de la Orden Tercera del Carmen y Santa Teresa.
Durante los últimos veinte años de su vida, vivió retirado en el Desierto de Batuecas que él había restaurado, dedicado de lleno a la oración y austeridad.
La práctica de la presencia de Dios la recomendaba encarecidamente y en consecuencia él la practicaba con atención amorosa todo el día, realizase ocupaciones materiales o intelectuales. No conocía el ocio: oraba, leía, escribía o trabajaba el campo, intercalando ratos de adoración ante el sagrario , que era su devoción más ferviente.
La oración mental fue una de las más destacadas características tanto en su ejercicio como en su enseñanza; sus libros más reeditados son precisamente los de la oración. En todos sus libros encomia reiteradamente el trato íntimo con Dios, con Jesucristo, la Virgen, los ángeles y los santos. Fue realmente un apóstol sobresaliente de la oración mental. Sus oraciones vocales, jaculatorias y devociones piadosas eran continuas todos los días.
La vida interior de amor y atención amorosa al Señor era su ilusionada preocupación y al mismo tiempo ofreciéndose en súplicas incesantes, por la salvación y santificación de las almas, por la Santa Iglesia, por la auténtica renovación del Carmelo en el genuino espíritu de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, cuya vida y doctrina conocía admirablemente, y por la tradicional España católica.”
Padre Matías del Niño Jesús, Carmelita Descalzo
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