Una endemoniada hablando de Dios a un judío
"Tengamos fe, pero fe viva, y confesaremos que son innumerables las maravillosas excelencias contenidas en este adorable Sacrificio (la Santa Misa). Entonces no nos asombraremos viendo renovarse a cada instante, y en mil y mil lugares diversos el prodigio de la multiplicación de la Humanidad Sacratísima del Salvador, por la cual goza de una especie de inmensidad no concedida a ningún otro cuerpo, y reservada a ella sola en recompensa de una vida inmolada al Altísimo.
Esto es lo que el demonio, hablando por boca de una obsesa o endemoniada, hizo comprender a un judío incrédulo, valiéndose de una comparación material y ordinaria. Encontrábase este judío en una plaza pública con otras muchas personas entre las cuales estaba la obsesa, cuando vio pasar un sacerdote que, seguido de una numerosa comitiva, llevaba a un enfermo el Sagrado Viático. Todos se arrodillaron al instante para adorar al Santísimo Sacramento; pero el judío permaneció inmóvil y no dio la menor señal de respeto.
Apercibióse de ello la obsesa, se levantó con ira, y dando al judío un fuerte bofetón, le quitó con violencia su sombrero. "Desgraciado, le dice ¿por qué no rindes homenaje al verdadero Dios, que está presente en este Divino Sacramento? —¿Qué verdadero Dios? replicó el judío; si así fuese, pudiera decirse que había muchos dioses, puesto que cuando se celebra la Misa hay uno en cada altar". Al oír estas palabras tomó la obsesa una criba, y poniéndola enfrente del sol, le dijo al judío que mirase los rayos que pasaban por medio de los agujeros, y enseguida añadió: "Dime, judío, ¿son muchos los soles que atraviesan esta criba, o no hay más que uno?"
El judío contestó que sólo había uno, no obstante la multiplicación de rayos. "¿Por qué te asombras, pues, repuso la obsesa, de que un Dios hecho hombre, aunque uno, indivisible e inmutable, se ponga por un exceso de amor, real y verdaderamente presente bajo los velos del Sacramento y sobre muchos altares a la vez?" Esta reflexión fue bastante para confundir la perfidia del judío, que se vio obligado a confesar la verdad de la fe".
El Tesoro escondido de la Santa Misa
San Leonardo de Porto-Mauricio
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