"En el papel que queda adjunto con este, dejo unos apuntes que se pueden añadir a mis Instrucciones sobre la conducta que hay que observar con los liberales.
Confieso, una vez más, que el Liberalismo es pecado, enemigo fatal de la Iglesia, del Reinado de Jesucristo, y ruina de los pueblos y naciones; y queriendo enseñar esto, aun después de muerto, deseo que en el salón donde se exponga mi cadáver, y aun en el templo durante las exequias, se ponga a la vista de todos un cartel grande que diga: El Liberalismo es pecado.
Deseo y pido que me entierren con mi santo hábito religioso, como hijo de mi Gran Padre San Agustín, y que me sepulten en tierra en la capilla del Santísimo de la Catedral. En lo demás cúmplase lo que manda la Iglesia en el Pontifical sobre entierro del Obispo. En nada me puedo oponer a esa solemnidad, puesto que es ordenada por la Iglesia.
Pido perdón de mis faltas en el desempeño de mi cargo pastoral; primero, a Dios Nuestro Señor; segundo, a mi amado Clero; tercero, a todos los fieles del Obispado, y a cuantos haya ofendido en el curso de mi vida, o en algo les haya perjudicado de alguna manera, ya sea por comisión, ya por omisión. A todos suplico rueguen a Dios por mi pobre alma.
Confieso, una vez más, que el Liberalismo es pecado, enemigo fatal de la Iglesia, del Reinado de Jesucristo, y ruina de los pueblos y naciones; y queriendo enseñar esto, aun después de muerto, deseo que en el salón donde se exponga mi cadáver, y aun en el templo durante las exequias, se ponga a la vista de todos un cartel grande que diga: El Liberalismo es pecado.
Deseo y pido que me entierren con mi santo hábito religioso, como hijo de mi Gran Padre San Agustín, y que me sepulten en tierra en la capilla del Santísimo de la Catedral. En lo demás cúmplase lo que manda la Iglesia en el Pontifical sobre entierro del Obispo. En nada me puedo oponer a esa solemnidad, puesto que es ordenada por la Iglesia.
Pido perdón de mis faltas en el desempeño de mi cargo pastoral; primero, a Dios Nuestro Señor; segundo, a mi amado Clero; tercero, a todos los fieles del Obispado, y a cuantos haya ofendido en el curso de mi vida, o en algo les haya perjudicado de alguna manera, ya sea por comisión, ya por omisión. A todos suplico rueguen a Dios por mi pobre alma.
Concluyo diciendo que bajo al sepulcro con la gran pena de ver que se trata de descatolizar a Pasto, y de que bastantes de los que se llaman católicos tienen ya mucho de liberales, siendo éstos los que más contribuyen a que el error progrese, y llegando a tal ceguedad que no ven la luz de la verdad católica que condena ese modo de obrar. Pobres ciegos, conducen a otros ciegos, y todos van cayendo en los hondos abismos del error.
La Concordia, tal como se ha entendido y practicado hasta ahora, ha sido una espantosa calamidad para la fe de estos pueblos. Comprendí los daños que vendrían con la Concordia desde un principio, y por eso protesté contra ella en el día mismo en que los liberales la proclamaban aquí, en una hoja suelta que dieron meses antes de posesionarse el Gobierno actual. No es posible que lobos y ovejas anden revueltos, sin que las ovejas reciban algún daño, sin un milagro de primer orden. Y creo que uno de los venenos más activos y eficaces con que cuenta el infierno, es la mezcla de la verdad y del error, de lo bueno y de lo malo. Y este veneno es el que están tomando muchos, y dándole a tomar a otros, y van muriendo los que lo toman a la verdad y a la virtud, con daño indecible para el Catolicismo.
Yo he gritado contra ese mal, y aun he sufrido por gritar. No me arrepiento de haber gritado. Si en este punto tengo que arrepentirme, será el no haber gritado más.
La fe se va perdiendo; el liberalismo ha ganado lo indecible, y esta espantosa realidad proclama, con tristísima evidencia, el más completo fracaso de la pretendida concordia entre los que aman el altar y los que abominan el altar, entre católicos y liberales.
No cabe la tal concordia sin perjuicio del Catolicismo. Llegará pronto el tiempo en que desaparezca esta alianza aparente, y para vergüenza y castigo de los católicos que se han dejado engañar, no serán ellos los que lancen de sí a los liberales, sino que serán los liberales los que lancen a ellos.
Firmo todo lo que precede en Pasto, a seis de Octubre de mil novecientos cinco."
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