"...conviene mucho que se acostumbre al pueblo cristiano a invocar con especial piedad y ánimo confiado, juntamente con la Virgen Madre de Dios, a su castísimo Esposo, el bienaventurado SAN JOSÉ… lo cual por motivos ciertos juzgamos que ha de ser agradable y conforme a los deseos de la misma Santísima Virgen.
A la verdad, en esta devoción, de la cual por primera vez diremos algo en público, constituye ya una devoción popular no solo muy preferida sino ya prosperando en su desarrollo fijo… y esto porque el culto de José que en anteriores épocas, los Romanos Pontífices procuraron fomentar y propagar ampliamente, hemos visto, en estos últimos tiempos, hacer por doquiera seguros progresos, especialmente desde que Nuestro Predecesor PÍO IX, de feliz memoria, a petición de muchísimos Obispos, declaró al Santísimo Patriarca patrono de la Iglesia católica.
Mas los proletarios, los obreros, cuantos poseen inferior fortuna, a JOSÉ deben con derecho propio acudir, y de él aprender lo que han de imitar. Porque el, de sangre real, unido en matrimonio a la más grande y más santa de todas las mujeres, padre, en la opinión de los hombres, del Hijo de Dios, a pesar de todo esto, pasa su vida trabajando, y con el trabajo de sus manso y el ejercicio de su arte procura cuanto es necesario a la sustentación de los suyos. No es, por lo tanto, si se busca la verdad, vil la condición de los más pobres… y no solamente no hay en el trabajo de los obreros deshonor alguno, sino que puede, cuando se le junta la virtud, grandemente ennoblecerse el trabajo manual. JOSÉ, contento con lo suyo, aunque poco, sufrió con ecuanimidad y altura las estrecheces que iban necesariamente unidas a la escasez de los medios de sustento, o sea, que siguió el ejemplo de su Hijo, el cual, habiendo tomado la forma de siervo, con ser señor de todas las cosas, abrazó voluntariamente la mayor pobreza e indigencia.
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