jueves, 28 de septiembre de 2017

"ESE SAGRARIO DE SUS AMORES...PADECE DESCONOCIMIENTOS Y ABANDONOS..."

   Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos el día de hoy al Misterio Eucarístico y a orar insistentemente por la santidad de nuestros sacerdotes.


     ¡Con qué gusto habla un sacerdote del Sagrario!, del Sagrario en que vive el Jesús que lo ha hecho Su consagrante, su repartidor, su guardián, su vecino, su confidente, su... inseparable.

     ¡El sacerdote y el Sagrario! ¡Dios mio! ¡Lo que da que decir y que pensar y que amar y que agradecer y que derretirse la unión de esas dos palabras!

     ¡Porque pensar que con valer tanto y tanto el Sagrario, la divina largueza lo ha unido tan estrechamente al sacerdocio, que sin uno no puede existir el otro!...

     ¡Sin sacerdocio no hay Sagrario!.

     ¡Qué alegría, amigos, inunda mi alma de sacerdote al ver mi vida tan entrelazada, por así decirlo, con la existencia del Sagrario!


     ¿Qué le importa a un sacerdote no ceñir a sus sienes coronas de conquistador, de héroe, de sabio o de otras grandezas de aquí de la tierra, si puede saborear ante el cielo y ante la tierra el gusto inacabable de esa palabra; soy el hombre del Sagrario?

     Por eso, para la lengua y para la pluma de un sacerdote no hay tema de conversación ni más delicioso, ni más propio, ni más interesante, que el hablar del Sagrario. Tanto más, cuanto que ese Sagrario de sus amores y que se ha instituido para ser conocido, amado y frecuentado, padece desconocimientos y abandonos inconcebibles, no sólo por parte de los que viven lejos de él, sino de los que viven o debieran vivir cerca, muy cerquita...
     A las veces, ¡echa tanto de menos el amigo Jesús del Sagrario las miradas y las palabras de cariño de sus sacerdotes! ¡La ternura de los sacerdotes, cómo la ansía!

     He observado que muchos favores y milagros del Evangelio fueron otorgados, más que a la fe de los que pedían, a la ternura con que se trataba al Corazón de Jesús.

     Las hermanas de Lázaro no pidieron ni la salud ni la resurrección de su hermano enfermo y muerto; expusieron su estado, «está enfermo...», «hiede de cuatro días muerto», reprocharon a Jesús su tardanza en acudir, hicieron actos de fe en su poder, pero todo eso con una ternura filial... «el que amas...». «Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto».

     Pregunto: si Lázaro no hubiera tenido hermanas tan tiernas para con Jesús, ¿hubiera resucitado? Yo creo que no. La resurrección de Lázaro y las lágrimas con que Jesús ablanda la piedra de su sepulcro son el fruto de la ternura para con Él.

     Una comprobación de esa eficacia nos da la sagrada liturgia de la Misa, en los besos al altar, y al libro del Evangelio que da el sacerdote mientras celebra.

     Fijaos: cada ósculo de esos va precedido o acompañado de la petición de un gran favor para sí y para la Iglesia, como remisión de pecados, participación de bendiciones y gracias, efusión de paz, etc.

     Besando: ¿no es así como sacan los pequeñuelos a sus madres cuanto quieren?

     La Iglesia, que conoce al Corazón de Jesús, y sabe cómo le gana la ternura filial, manda a sus sacerdotes que le pidan y le traten a besos...

     ¡Sí, los sacerdotes son los amigos, los siempre llamados amigos por Jesús, aun en el momento de besarlo para traicionarlo...!

     Sacerdote hermano, ¿no vendrán tus decaimientos y desmayos, tus debilidades y caídas, tus desorientaciones y oscuridades de sobra de seriedad e incomunicación y falta de jugo de ternura con tu AMIGO el del Sagrario?





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