Lejos de ser una exageración, es de justicia honrar a San José con los títulos de Padre y Señor, pues esa fue su misión en la tierra: ser padre putativo de Cristo Nuestro Señor, quien a su vez, le fue siempre obediente, como perfecto hijo.
San José acompañó, protegió, educó al Redentor de los Hombres, al que además enseñó su propio oficio de artesano. Cristo Nuestro Señor, a través de su padre adoptivo, conoció el sentido del trabajo y los rigores de la pobreza material, pues, a pesar de que San José descendía de la familia del Rey David, fue un humilde trabajador; dotado de la virtud de la laboriosidad, jamás dejó de cumplir con su deber de alimentar y custodiar a Jesús y a María, los dos Tesoros que el mismo Dios le había confiado y que San José, obediente a la Voluntad Divina, aceptó con sincero amor.
¡Cuántos sinsabores colmaron la existencia terrenal de San José!. El duro trabajo del taller, los clientes que tal vez se aprovechaban de su bondad y no le pagaban, los acreedores que le buscarían para saldar deudas... San José, homo faber, hombre trabajador, supo lo complicado que es sustentar a una familia, padeció la precariedad del trabajo y sin embargo, nunca abandonó la humilde tarea del taller de Nazareth, que a pesar de las modestas ganancias, suponían el sustento de la Sagrada Familia. Por eso se cree, que al morir San José, su hijo, Nuestro Señor mismo, lo sustituyó en la faena, hasta que la dejó para dedicarse a predicar, en el período que conocemos como Vida Pública de Jesús.
Vemos pues cómo San José, con su condición de artesano, colmado de pobreza material, de no ser un hombre docto en ninguna ciencia humana, fue el varón elegido por el Cielo para ser Esposo Virginal de la Madre de Dios y después Padre Adoptivo de Cristo Nuestro Señor... porque "Dios enaltece a los humildes" (1) la figura de San José se convierte en perfecto modelo de seguidor de Cristo, pues ningún otro varón amó más al Divino Niño Jesús, ningún otro hombre lo cuidó, besó y abrazó con igual afecto al de San José su padre, que también ahora, ocupa un lugar privilegiado en el Trono Celestial, junto a Jesús y a su Esposa María, y desde donde intercede, por ti, por mí y por la Iglesia Universal.
San José, Padre, Esposo, Custodio... todos los títulos son pocos para honrar al varón lleno de virtudes que siempre siguió los dictados del Altísimo: aceptó a María Virgen cuando ya estaba embarazada y esperaba al Hijo de Dios; no dudó en poner a salvo al Niño y a Su Madre cuando el cruel Herodes organizó la Matanza de los Inocentes. Acometió el difícil regreso desde el exilio de Egipto. Trabajó a destajo para sostener el hogar humildísimo de Nazareth... todo lo hizo y lo sufrió San José por amor a Jesús y a María, sus dos únicos amores. Ningún otro hombre les ha amado tanto, a ningún otro aman Ellos con tanta devoción, pues le deben el alimento de la vida terrenal y la defensa de la casa de Nazareth.
Que la vida de Nuestro Padre y Señor San José, sea siempre aliento para continuar en la senda que Dios te ha señalado, aunque no entiendas o no veas con claridad; a ejemplo de San José, reza, trabaja y confía siempre en la Providencia de Dios. Cuando afloren las dificultades, busca la compañía de San José, comparte en oración tus fatigas y dificultades cotidianas, en el trabajo, en casa... San José, que es Padre, Maestro, Guardián, sabrá interceder por tu causa y pronto encontrará remedio y consuelo a tu necesidad. Hónrale ahora compartiendo esta publicación y no desaproveches la ocasión para imitar el ejemplo del Patriarca San José: sean siempre Jesús y María tus grandes Amores.
Padre Alfonso del Santísimo Sacramento
NOTAS ACLARATORIAS
1 Libro de Job, cap. 5, vers. 11
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