jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Cómo ayudar a las Almas del Purgatorio? -Parte 1: Por medio del Santo Sacrificio de la Misa y la Sagrada Comunión


EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA BORRA LA CULPA Y LIBERA A LAS ALMAS

               Los teólogos dan por sentado que la remisión de la pena temporal merecida por el pecado tiene lugar directamente por el Santo Sacrificio de la Misa, y esto no solo en el sentido de que únicamente Dios es quien puede conceder las gracia que estimule a realizar actos saludables que consigan la verdadera expiación. La Iglesia sostiene, con toda razón, que el Santo Sacrificio de la Misa aprovecha a los difuntos no menos que a los vivos; las Almas del Purgatorio, por estar apartadas de la vida terrena, son incapaces de merecer o conseguir algo para sí mismas; por esta razón no pueden reducir directamente la pena del pecado, por medio de actos saludables realizados en el lugar de purificación... El poder del Santo Sacrificio de la Misa es infinito en sí y por sí, aún cuando produzca sus efectos en una medida infinita y limitada... Que su fruto es limitado lo deducimos de la costumbre de la Iglesia de ofrecer diversas Misas por los mismos difuntos. La costumbre de ofrecer la Santa Misa por un mismo difuntos en días fijos, por ejemplo los días 3 o 7 de cada mes, etc., se implantó ya muy al principio en Oriente y Occidente.

               Enseña San Juan Crisóstomo "No inútilmente nos acordamos de los difuntos en la celebración del Misterio Divino y como representantes suyos imploramos del Cordero, que está ante nosotros, la remisión de los pecados del mundo: esto lo hacemos a fin de que los difuntos, por este medio, consigan algún alivio y consuelo. Y no en vano exclama el celebrante en la celebración del inefable Misterio "Por todos lo muertos en el Señor". Esto sucede por inspiración del Espíritu Santo. No en vano han dispuesto los Apóstoles que en la celebración de los Sagrados Misterios se dedique un momento a los difuntos. Sabían muy bien que esto redundaría en provecho y beneficio de los mismos".




               "El Santo Sacrificio de la Misa es, según su esencia y la disposición de Cristo, un sacrificio de expiación y satisfacción; borra, directamente, las faltas veniales y las penas temporales del pecado, por medio de una ratificación válida, pero según las disposiciones del que lo recibe. Su fuerza expiatoria no se limita a los vivos. En la Ordenación, el Sacerdote recibe poder de "missas celebrare tam pro vivis quam pro defunctis" (ofrecer Misas tanto por los vivos como por los difuntos). Ya desde el principio pensaba la Iglesia Santa en hacer participar a las pobres Almas del Purgatorio de los frutos y efectos del Sacrificio de la Misa"... según manifiesta el Obispo Keppler de Rottenberg, gran devoto y predicador destacado del Purgatorio.

               Santo Tomás de Aquino hace resaltar de manera especial el valore impetratorio del Santo Sacrificio de la Misa; ya que Cristo dijo al establecer Él mismo que se ofrecería "por muchos" "para la remisión de los pecados". Pero solo aprovecha a aquellos que están unidos con Cristo por medio de la Fe y la Caridad.

               San Jerónimo asegura que si se ofrece la Santa Misa por un Alma del Purgatorio, ésta deja de sufrir durante toda la celebración de la misma. También asegura que por cada Santa Misa son muchas las Almas que salen del Purgatorio para subir al Cielo.

               El Padre Martin de Kochen escribe en su explicación de la Santa Misa "Si con nuestros ojos corporales pudiésemos ver la corriente de gracias que durante el Santo Sacrificio de la Misa sale del Altar para derramarse sobre el Purgatorio, nos maravillaríamos de la fuerza y eficacia del Sacrificio de la Misa. Si pudiésemos ver el consuelo que ésta produce en las pobres Almas, cómo las redime y alivia, nos apresuraríamos, llenos del cristiano amor al prójimo, a celebrar u ofrecer por ellas el Santo Sacrificio".

LA MISA APROVECHA A QUIEN MÁS DEVOTO FUE EN VIDA

               En cuanto a la eficacia que el Santo Sacrificio de la Misa puede tener sobre las Almas del Purgatorio, ha de tenerse en cuenta que el efecto será mayor cuanto mejor dispuesta se encuentra el Alma que lo recibe; mejor dispuesta aquella Alma que tiene mayor anhelo por conseguir los frutos del Santo Sacrificio de la Misa o, si acaba de morir, la que más lo anheló en vida. Santo Tomás de Aquino enseña "El valor satisfactorio de la Misa no puede aplicarse directamente a los muertos ni por la Iglesia ni por el Sacerdote celebrante. Por el contrario, tenemos que poner en las manos de Dios todo y cada cosa qye hagamos por los muertos, a fin de que Él disponga de ello según la medida de Su Misericordia y de acuerdo con nuestros ruegos, siempre que los difuntos y los intercesores se lo merezcan".

               San Agustín exige con toda insistencia de todos a quienes debemos y queremos ayudar "En esta vida las Almas deben haber merecido beneficiarse de las intercesiones de los supervivientes en Dios. De no existir dicha condición, de nada les sirven los sufragios que por ellas se apliquen."

               De igual forma insiste el Papa San Gregorio Magno cuando asegura "que se tiene que haber merecido en vida que en la muerte nos sea útil el Sacrificio de la Misa".

               Santo Tomás de Aquino hace dependiente de su medida del recogimiento del sujeto. Pero también aquí puede decirse lo mismo que para la Santa Misa: no tienen parte, en modo alguno, aquellas Almas que no supieron apreciarla en vida.

OFRECER POR LAS ALMAS DEL PURGARTORIO LA SAGRADA COMUNIÓN

               "El amor ingenioso aún no ha encontrado otro medio para que las pobres Almas del Purgatorio puedan participar mejor de los frutos de la Santa Misa: el ofrecimiento de la Sagrada Comunión por Ellas..." afirmó el Obispo Keppler de Rottenberg. 

               San Buenaventura aconseja "Que el amor y la compasión de tus prójimos te impulse de continuo a la Sagrada Mesa, pues no hay nada tan eficaz como esto para conseguir la paz de las Almas."

               Verdaderamente que la Sagrada Eucaristía, no como alimento, sino como Sacrificio, tiene por fin borrar el castigo, ya que la Sagrada Comunión, al unirnos con el Salvador, aumenta en nosotros la llama del amor que obra la remisión del castigo, o sea, que por medio de ella, al menos indirectamente, se borra también la pena del pecado. Y es que uno de los efectos de la Sagrada Comunión es el de cancelar el castigo. 




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