Conquistó San José la aureola de Doctor, pues mereció ser colocado en el catálogo de aquellos ilustres hombres que la Santa Iglesia reconoce como Doctores y Maestros, ya que el Santo Patriarca poseyó gran fondo de doctrina acerca de los Misterios de la Fe.
¿Quién podrá compararse con San José, ya sea en conocer los Misterios de la Religión, ya sea en verse favorecido con luces y revelaciones del Cielo acerca de las verdades dogmáticas? ¿Quién como él pudo gloriarse, salvo siempre la Virgen María, de haber frecuentado por treinta años seguidos la escuela de la Divina Sabiduría? Pudo pues San José, con suma facilidad y lustre ganarse la aureola de Doctor. Pero preguntamos ahora: ¿fue tal su lucimiento con esta ciencia que mereciera con toda justicia ese timbre de gloria?
De Jesucristo Nuestro Señor se dice que es Maestro Supremo de los Doctores, que para conducirse como pauta y modelo de todos ellos empezó a obrar y enseñar: coepit facere et docere, esto es, "comenzó a hacer y a enseñar" (Hechos de los Apóstoles, cap. 1, vers. 1). Si nos es permitid comparar el cedro con el arbusto, lo grande con lo pequeño, lo infinito con lo criado, ¿no podremos decir algo parecido, ya que no otro tanto, de nuestro Doctor insigne San José?. Más con hechos que con palabras predicó a Jesucristo en Belén, en Egipto, en Nazareth, para edificación del mundo, y as u ejemplo hoy día mismo siguen muchos la pobreza, humildad y mansedumbre de que nos dio San José tan señaladas muestras.
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