"...y fue llevado por los Ángeles
al seno de Abraham..."
al seno de Abraham..."
(Evangelio de San Lucas, cap.16, vers. 19)
La Mística Ana Catalina Emmerick fue agraciada desde niña con diferentes dones místicos, entre otros con el conocido como "Don de Ánimas", que es la comunicación especial con las Almas que se encuentran en el Purgatorio y que normalmente suplican oraciones y limosnas a quienes tienen esta facultad sobrenatural de poder escucharlas en el mundo terrenal. Esta gracia es dada por Dios mismo y nada tiene que ver con la invocación de los muertos o espiritismo, condenado por la Iglesia, sino que se trata de un favor celestial, como testimonio de la existencia de aquél lugar de tormentos y purificación que es el Bendito Purgatorio.
Pero no sería este el único don que la religiosa agustina recibiría del Cielo; también gozó de la compañía de su Ángel Custodio: fue para Ana Catalina durante toda su vida un amigo fiel e inseparable; un compañero que nunca la dejaba sola, que la protegía y ayudaba en todas sus necesidades. Era como un hermano mayor, que la cuidaba y enseñaba a vivir bien y amar cada día más a Jesús. Oraba con ella y le ayudaba en las tareas humildes del hogar, cuando hacía sus labores de costura, cuando cuidaba las vacas, y sobre todo, la protegía de los ataques del demonio. Era su amigo, su protector, su guía y consejero. Gracias a su Ángel, Ana Catalina crecería en belleza interior, en un ejercicio continuo donde regulaba sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras, y mantenía su espíritu siempre fervoroso, como cuando la llevaba en éxtasis al Bendito Purgatorio, como declararía la misma religiosa:
Comprendiendo esto, vine a hallarme separada de mi guía por una montaña y experimenté tan vivo anhelo y afán de volver a su lado que casi perdí el conocimiento. Le veía a través de la montaña, pero no podía ir hacia él. Entonces, me dijo el Ángel:
"Ese mismo deseo que tú sientes, lo sienten esas Almas para que se les socorra"… A la vista de aquellos lugares, lloraba yo de rodillas y clamaba a Dios con los brazos abiertos hasta que Él se compadecía.
El Ángel me exhortaba a ofrecer todas mis privaciones y mortificaciones por las Almas Benditas, las cuales no pueden valerse por sí mismas y son cruelmente olvidadas y abandonadas por los hombres.
Yo enviaba muchas veces a mi Ángel Custodio al Ángel de aquellos a quienes veía padecer, para que él los moviese a ofrecer sus dolores por las Almas Benditas. Lo que hacemos por Ellas, oraciones u obras buenas, al punto se convierte en consuelo y alivio para Ellas ¡Se alegran tanto! ¡Son tan agradecidas!
Cuando yo ofrezco por Ellas mis trabajos, ellas ruegan por mí. Lléname de espanto el horrible abandono y el desperdicio que se hace de las gracias de la Iglesia, que en tal abundancia son ofrecidas a los hombres y que estos tan poco aprecian, mientras las pobres Almas las anhelan y desfallecen a causa del deseo que tienen de Ellas.
La mayor parte de los hombres están allí expiando la indiferencia con que juzgaron sus pecados habituales. Y no olvidemos que en el Purgatorio están los Ángeles Custodios, acompañando a las Almas hasta el momento definitivo de su liberación. En el momento del Juicio Particular después de morir, en el mismo lugar de su muerte —nos dice Ana Catalina—, allí veo a Jesús, a María, al Santo Patrono de cada uno y a su Ángel Custodio".
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