Sor Josefa Menéndez fue una humilde religiosa lega, casi analfabeta y que jamás destacó en nada; a su muerte -que ahora celebramos el centenario- el mundo entero conoció las enormes gracias que el Sagrado Corazón de Jesús quiso regalar a esta sencilla mujer, que escribió, por estricta obediencia, todo cuanto el Divino Salvador quiso compartir con ella a través de hermosas e íntimas confidencias; compiladas en un libro titulado "Un Llamamiento al Amor", recibirían no sólo la aprobación de la Iglesia, sino además, la recomendación particular del entonces Cardenal Eugenio Pacelli, luego Papa Pío XII.
Te animo pues a hacerte con un ejemplar de "UN LLAMAMIENTO AL AMOR" y que divulgues su lectura, como eficaz apostolado de quienes desean que el Corazón de Jesús sea más conocido y amado. Puedes adquirir (toca AQUÍ) un resumen del mismo libro en un folleto editado en Barcelona (España), por un precio muy económico, a fin de distribuirlo fácilmente entre otras muchas almas.
"No temas sufrir si con el sufrimiento, en algún modo, puedes aumentar Mi gloria y salvar almas. ¡Valen tanto las almas!...
Por un alma hay que sufrir mucho. ¿No sabes que la Cruz y Yo somos inseparables? Si me ves a Mí verás la Cruz, y cuando encuentres Mi Cruz Me encontrarás a Mí. El alma que Me ama, ama la Cruz, y el que ama la Cruz, Me ama a Mí. Nadie poseerá la Vida Eterna sin amar la Cruz y abrazarla de buena voluntad por Mi Amor. El camino de la virtud y de la Santidad se compone de abnegación y de sufrimiento; el alma que generosamente acepta y abraza la Cruz, camina guiada por la verdadera luz y sigue la senda recta y segura, sin temor de resbalar en las pendientes, porque no las hay...
La Cruz es la puerta de la verdadera vida y el alma que la acepta y la ama tal cual Yo se la he dado, entrará por ella en los resplandores de le vida eterna. ¿Comprendes ahora cuán preciosa es mi Cruz? No la temas... Soy Yo quien te la doy y no te dejaré sin las fuerzas necesarias para llevarla. ¿No ves cómo la llevé Yo por tu amor? Llévala tú con amor por Mí. Este Corazón es el que da vida al mundo, pero se la da desde la Cruz. Así es necesario que las almas escogidas como víctimas para ayudarme a dar luz y vida al mundo se dejen clavar en esta Cruz, con gran sumisión, a ejemplo de su Salvador y Maestro.
La mayor recompensa que puedo dar a un alma es hacerla víctima de Mi Amor, de Mi Misericordia, porque la hago semejante a Mí que soy Víctima Divina por los pecadores. ¿Sabes cómo me puedes consolar? Amándome, sufriendo por las almas, no rehusándome nada. No me rehúses nada, recuerda que necesito almas que continúen Mi Pasión, para contener la Ira Divina. Yo te sostendré.
Muchas almas corren a su perdición y mi Sangre es inútil para ellas; pero las almas que aman, y se inmolan y se consumen como víctimas de reparación atraen la misericordia de Dios. Esto es lo que salva al mundo. Busco almas que reparen tantas ofensas, pues mi Corazón se consume en deseos de perdonar. ¡Pobres pecadores! ¡Qué ciegos están! Yo no deseo más que perdonarlos y ellos no piensan más que en ofenderme... Yo voy tras los pecadores, como la Justicia tras los criminales; pero la Justicia los busca para castigarlos, y Yo, para perdonarlos. El mundo corre precipitadamente a abismarse en los placeres, y es tanta la multitud de los pecados que se cometen, que mi Corazón está anegado en un torrente de amargura y de tristeza.
Ofrece todo tu ser para reparar tantas ofensas y satisfacer a la Divina Justicia. Si tu indignidad y tus pecados son grandes, ven a sumergirte en el Torrente de Sangre de Mi Corazón y deja que Ella te purifique. Después, acepta generosamente todos los sufrimientos que Mi Voluntad te envía para ofrecerlos a Mi Padre Celestial. Deja que tu alma se abrase en deseos de desagraviar a un Dios ultrajado y toma Mis Méritos para reparar tantos pecados. Dime: ¿Dónde hay un corazón que ame más que el Mío y que sea menos correspondido? ¿Qué corazón hay que se consuma en mayores deseos de perdonar? Y en pago de tanto Amor, recibo las mayores ofensas. ¡Pobres almas! Vamos a pedir perdón y reparar por ellas: ¡Oh, Padre mío, tened piedad de las almas, no las castigues como merecen, sino tened Misericordia con ellas como lo pide vuestro Hijo!".
Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús
a la mística española Sor Josefa Menéndez
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