En la Cuaresma de 1923, Nuestro Señor reveló a Sor Josefa Menéndez los sentimientos de Su Corazón durante su Sagrada Pasión. Sor Josefa recibía de rodillas las confidencias de su Maestro y mientras El hablaba, las escribía. Estas páginas contienen, en parte, esas divinas confidencias.
Josefa, Esposa y víctima de Mi Corazón,
voy a hablarte de Mi Pasión,
para que sea el objeto constante de tu pensamiento
y de Mis confidencias con las almas.
¡Mis Apóstoles me habían abandonado!... Pedro, movido de curiosidad, pero lleno de temor, se quedó oculto entre la servidumbre. A mi alrededor sólo había acusadores que buscaban cómo acumular contra Mí delitos que pudieran encender más la cólera de jueces tan inicuos. Me llaman perturbador, profanador del sábado, falso profeta. La soldadesca, excitada por las calumnias, profiere contra Mí gritos y amenazas.
¿Dónde estáis vosotros, apóstoles y discípulos que habéis sido testigos de Mi Vida, de Mi Doctrina, de Mis Milagros?... ¡Ah!, de todos aquellos de quienes esperaba alguna prueba de amor, no queda ninguno para defenderme; me encuentro solo y rodeado de soldados, que, como lobos, quieren devorarme.
Mirad cómo me maltratan: uno descarga sobre Mi Rostro una bofetada, otro me arroja su inmunda saliva; otro me tuerce el rostro en son de burla. Mientras mi Corazón se ofrece a sufrir todos estos suplicios, Pedro, a quien había constituido Jefe y Cabeza de la Iglesia y que algunas horas antes había prometido seguirme hasta la muerte.,., a una simple pregunta, que podía haberle servido para dar testimonio de Mí, ¡me niega! Y como el temor se apodera más y más de él y la pregunta se reitera, jura que jamás me ha conocido ni ha sido Mi discípulo... ¡Ah! ¡Pedro! ¡Juras que no conoces a tu Maestro!... No sólo juras, sino que, interrogado por tercera vez, respondes con horribles imprecaciones.
¡Almas escogidas!... Cuando el mundo clama contra Mí, ¡qué tristeza, qué inmensa amargura para Mi Corazón si, volviéndose entonces a los amigos, se encuentra sólo y abandonado de ellos! Os diré como a Pedro: ¡Alma a quien tanto amo!... ¿No te acuerdas ya de las pruebas de amor que te he dado? ¿Te olvidas de los lazos que te unen a Mí?... ¿Olvidas cuántas veces me has prometido ser fiel y defenderme? No confíes en ti misma porque entonces estás perdida. Pero si recurres a Mí con la humildad y firme confianza, no tengas miedo: Yo te sostendré. Y vosotras, almas que vivís en el mundo rodeadas de tantos peligros..., huid de las ocasiones... En cuanto a las que trabajáis en Mi viña..., si os sentís movidas por curiosidad o por alguna satisfacción humana, también os diré que huyáis; pero si trabajáis puramente por obediencia o impulsadas por el celo de las almas y de Mi gloria, no temáis... Yo os defenderé y saldréis victoriosas...
Cuando los soldados me conducían a la prisión, al pasar por uno de los patios vi a Pedro, que estaba entre la turba... Le miré... El también me miró... Y lloró amargamente su pecado. ¡Cuántas veces miro así al alma que ha pecado!... Pero, ¿me mira ella también? ¡Ah!... Que no siempre se encuentran estas dos miradas... ¡Cuántas veces miro al alma y ella no me mira a Mí!... No me ve... Está ciega... La llamo por su nombre y no me responde... Le envío una tribulación para que salga de su sueño, pero no quiere despertar... ¡Almas queridas! Si no miráis al Cielo viviréis como los seres privados de la razón... Levantad la cabeza y ved la Patria que os espera. Buscad a vuestro Dios y siempre le encontraréis con los ojos fijos en vosotras, y en su mirada hallaréis la paz y la vida.
Extraído de "Un Llamamiento al Amor", Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús
a la humilde religiosa Sor Josefa Menéndez
No has llegado a esta página por casualidad; si con su lectura
has sentido la amorosa mirada de Dios en tu alma,
compártela con otros hermanos para que ellos
reciban también este llamado a la conversión.
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