La Santa Iglesia hace hoy memoria de San Juan María Vianney, conocido popularmente por el sobrenombre de "el Santo Cura de Ars". Al ser Sábado, dedicado a Nuestra Señora, quiero traer un extracto de uno de sus Sermones, en el que se desprende el vivo amor que sentía San Juan María Vianney por María Virgen, amor encendido que transmitía y aún queda eco si lo sabemos poner en práctica según las enseñanzas del Santo Cura de la aldea de Ars.
“El mundo está lleno de monumentos que atestiguan y dan fe de las gracias que la Santísima Virgen nos alcanza; contemplad, si no esos santuarios, esos cuadros, esas capillas en honor de María.
¡Ah! Hijos míos, ¡si sintiésemos una tierna devoción a la Virgen María, cuántas gracias alcanzaríamos para salvación nuestra! ¡Oh padres y madres! Si por la mañana pusieseis a vuestros hijos bajo la protección de la Santísima Virgen, Ella rogaría por su bien y los salvaría a ellos y a vosotros. ¡Oh! ¡Cuánto teme el demonio la devoción a la Santísima Virgen!... Quejábase aquel, un día, amargamente a San Francisco de los dos linajes de personas que más le hacen sufrir. Unas son las que contribuyen a extender la devoción a la Virgen María, y otras las que llevan el Santo Escapulario.
¡Ah! Hijos míos, ¿no será, lo dicho, bastante para inspirarnos una gran confianza en la Santísima Virgen y un gran deseo de consagrarnos enteramente a Ella poniendo en sus manos nuestra vida, nuestra muerte y nuestra eternidad? ¡Qué inefable consuelo en nuestras penas y tristezas, saber que María quiere y puede socorrernos! Sí, bien podemos decir que aquel que acierta a concebir una gran confianza en María tiene asegurada la salvación, pues jamás se oyó decir que quien puso su salvación en manos de María se condenase. En la hora de la muerte conoceremos los innumerables pecados que María nos hizo evitar y las muchas obras buenas que sin su protección jamás hubiésemos realizado.
Tomémosla por Modelo y tendremos la certeza de que andamos por el camino que conduce al Cielo. Admiremos en Ella aquella Humildad, aquella Pureza, aquella Caridad, aquel menosprecio de la vida, aquel celo por la Gloria de Su Hijo y por la salvación de las almas. Sí, hijos míos, entreguémonos y consagrémonos a María por toda nuestra vida.
¡Feliz aquel que vive y muere bajo la protección de María, pues tiene seguro el Cielo! Esto es lo que os deseo”.
San Juan María Vianney,
Sermón en el día de la Asunción de Nuestra Señora
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