Si bien el ciclo oficial de las Apariciones de Nuestra Señora en Fátima terminaron el 13 de Octubre de 1917, con el conocido como Milagro del Sol, los tres niños continuaron recibiendo la celestial visita de la Virgen María, a veces visiblemente, en otras ocasiones en forma de locuciones interiores y también como simples inspiraciones, colmadas de Ciencia de Dios.
Así, Nuestra Señora había predicho en la Aparición del 13 de Julio de 1917 que "Para impedir la guerra vendré a pedir la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados...", cita que cumplió Nuestra Santa Madre el 10 de Diciembre de 1925, cuando se manifestó a Sor Lucía, la única superviviente entonces, cuando ésta era Religiosa Dorotea en Pontevedra (España).
En Mayo de 1943, Nuestro Señor le dice: "Deseo ardientemente que se propague en el mundo el Culto y la Devoción al Corazón Inmaculado de María, porque este Corazón es el imán que atrae todas las Almas a Mí, y el fuego que irradia sobre la tierra el rayo de Mi Luz y de Mi Amor, es la fuente inagotable que hace brotar sobre la Tierra el agua viva de Mi Misericordia".
En el verano de 1943 Sor Lucía se enferma gravemente. Entonces, Monseñor Da Silva, ante el peligro de muerte de Sor Lucía, le da la orden de escribir la Tercera Parte del Secreto, pero por más de dos meses Sor Lucía no encuentra la fuerza para hacerlo: "Este fenómeno -diría la misma Sor Lucía- que me impide poner por escrito el Tercer Secreto no es debido a causas naturales".
El 3 de Enero de 1944, Sor Lucía recibiría un consuelo sobrenatural: "Sentí entonces una mano amiga, tierna y maternal que me tocaba el hombro; levanté los ojos y vi a mi querida Madre del Cielo: ‘No temas, Dios ha querido probar tu obediencia; estate en paz y escribe lo que te piden, pero no lo que te ha sido dado a comprender de su significado’. Una vez que lo hayas escrito, colócalo en un sobre, ciérralo, escóndelo y escribe en su exterior que no podrá ser abierto hasta 1960, por el Cardenal Patriarca de Lisboa o por el Señor Obispo de Leiría.
Y sentí mi espíritu inundado por una luz misteriosa que es Dios, y en Él he visto y oído: la punta de la lanza como una llama que se desprende, que toca el eje de la Tierra y ella tiembla: montañas, ciudades, países y pueblos con sus habitantes quedan sepultados. El mar, los ríos y las nubes salen de sus límites, desbordan, inundan y arrastran consigo en un torbellino, casas y personas en un número que no se puede contar, es la purificación del mundo del pecado en el que se encuentra inmerso. El odio, la ambición, provocando la guerra destructiva.
Después escuché en el palpitar acelerado del corazón y en mi espíritu una voz ligera que decía: ‘en el tiempo, una sola Fe, un solo Bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica, Apostólica. ¡En la Eternidad, el Cielo!’. Esta palabra ‘Cielo’ llenó mi corazón de paz y de felicidad, a tal punto que, casi sin darme cuenta, seguí repitiéndola por mucho tiempo: ¡el Cielo, el Cielo!". (1)
Años después, Sor Lucía sería trasladada al Convento Carmelita de San José, en Coimbra (Portugal), donde tomaría el hábito del Carmelo Descalzo el 13 de Mayo de 1948, con el nombre en religión de Madre Sor María Lucía del Corazón Inmaculado.
El 26 de Diciembre de 1957, el Padre Agustín Fuentes llegó al Convento de San José de Coimbra, donde tenía concertada una entrevista oficial con Sor Lucía, como Vice Postulador de la Causa de Beatificación de sus primos, Francisco y Jacinta, los otros videntes de Fátima. Entre otras declaraciones, Sor Lucía afirmó que "..la Santísima Virgen, en estos Últimos Tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones. No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. Y luego, la Devoción al Corazón Inmaculado de María Santísima, poniéndonosla como Sede de la Clemencia, de la Bondad y el Perdón; y como Puerta segura para entrar al Cielo..."
NOTAS
1 Um caminho sob o olhar de Maria. Editorial Carmelo de Coimbra, 2013.
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