La Madre María Luisa Zancajo de la Mata, nació el 4 de Noviembre de 1911, en Sinlabajos, provincia de Ávila (España). Desde temprana edad padeció una parálisis infantil que la dejó paralizada de las dos piernas para toda la vida.
Siendo aún muy joven hizo el Voto de Víctima de Amor: María Luisa amaba a Dios con un amor exclusivo, amor que crecerá hasta las más altas cimas de la unión transformante. Según su testimonio, desde la infancia el trato con Jesús Nuestro Señor era cotidiano, hasta el punto que Nuestro Señor es quien enseña a leer a María Luisa; años más tarde, cuando enfermó de difteria, los médicos no acertaban a curarle, sin embargo, ella cuenta que se le apareció el Señor y le prometió que se curaría en tres días si dejaba de quejarse, aunque la avisaba de que este no sería su último padecimiento pues había sido designada para sufrir.
La familia se traslada a Madrid por falta de recursos en el pueblo natal; el padre está enfermo y tiene otras dos hermanas. Salen adelante con el trabajo de la madre y con las ayudas de la beneficencia pública. Vivía en el Asilo de San José y sufrió en su cuerpo y en su alma la crudeza de la Guerra Civil Española. El día 7 de Diciembre de 1936 es una fecha histórica. María Luisa sale del convento-asilo de San José para no volver más a él como interna. Ahora se trata de sobrevivir en constante peligro de muerte, en plena zona republicana y en medio de los bombardeos que se producen sobre la ciudad de Madrid.
Concluida la contienda, la joven María Luisa tiene otra nueva aparición: Nuestro Señor le pide ahora que funde una Congregación Religiosa llamada Misioneras de la Caridad y que unidos a los votos de pobreza, castidad y obediencia, asumieran un cuarto voto: "ser víctimas de amor". A los 29 años fundó la Congregación de Misioneras de la Caridad y la Providencia, en Madrid, el 8 de Junio de 1941.
A pesar de la carestía en un país desolado por la Guerra Civil de unos años atrás, las hermanas fundadoras no pasaron nunca hambre: diez kilos de alubias duraron seis meses pese a que se gastaban tres cuartos de kilo en cada comida; era imposible llevar al día el libro de cuentas porque siempre aparecía más dinero del que tenía que haber. También sucedía algo curioso con el aceite, cuyo bidón de arroba siempre estaba lleno pese a ir cogiendo lo necesario y no rellenarlo jamás. Estos hechos prodigiosos y otros, de tipo espiritual, acompañarían la vida de la Madre María Luisa y de su Congregación.
Después de una vida de entrega total a su Divino Esposo, murió a los 42 años, el 5 de Junio de 1954, en Madrid. Sus restos reposan en la capilla de la Casa Madre en Hellín (Albacete) España.
Su Director Espiritual, el Padre Manuel Soria Agudo, recogió innumerables testimonios de las estigmatizaciones de la Madre María Luisa Zancajo, así como de otros hechos sobrenaturales de los que él mismo fue testigo en varias ocasiones, y de los que dejó constancia en su libro "Yo soy testigo", publicado en Noviembre de 1984; en él se recoge la biografía de la Madre María Luisa y nos habla de su propia experiencia como testigo de fenómenos inexplicables, como el denominado por el propio Sacerdote como «sugestión diabólica». Y es que, por lo visto, la Madre María Luisa Zancajo recibía ataques diabólicos por una figura que ella misma denominaba 'el calvo' -para evitar pronunciar su verdadero nombre- que se traducían en misteriosos fenómenos. Así lo narra su Director Espiritual en su libro: "He visto una llamarada de fuego quemando la funda del sillón donde estaba sentada en el recibidor hablando a solas conmigo. He visto llenarse la habitación y el pasillo de la casa, en Madrid, de un humo negro. Lo extraño es que, al poco rato, desapareció para siempre. He sentido varias veces el olor a azufre, teniendo que abrir la ventana".
Pero más graves eran las consecuencias que estos ataques tenían en el cuerpo de la monja. Así lo cuenta el padre Manuel Soria: "Estos fenómenos han sido observados no solo por mí sino al menos por diez sacerdotes y otras personas. Los sufrimientos duran de tres a diez horas. Es agotador para el que lo presencia y ayuda. Le han arañado con un peine de púas en la cara y todo el rostro se ha marcado profundamente. Se le ha metido de repente la lengua hacia dentro con tanta violencia que se ahogaba, dejándola muy dolorida. Los ojos se le han vuelto del revés en sus órbitas, introduciéndose las pestañas hacia dentro".
Según afirma el mismo Padre Manuel Soria, "la Madre María Luisa padeció los estigmas de la Pasión de Cristo, visibles exclusivamente durante los días de la Semana Santa y así cada año hasta que murió el 5 de Junio de 1954." Al final de cada Semana Santa un médico realizaba distintas pruebas fisiológicas a la madre María Luisa en las que podía constatar que la monja no había perdido peso y ni siquiera una gota de sangre en su cuerpo, a pesar de sangrar abundantemente durante esos tres días por la cabeza, el costado, las manos y los pies, postrada en la cama.
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