-Jesucristo me dio esta sed viva de Dios-
Leo en el Santo Evangelio que Jesucristo, en el día más solemne de la fiestas de los judíos, estando de pie ante todos, dijo con fuerte voz: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Y continuó diciendo Jesús: “De que beba de Mí, del seno de aquél que cree en Mí, manarán ríos de agua viva”
Para que pueda llegar a cumplirse en mí esta divina promesa, de antemano ha puesto Él, amoroso, en mi alma sed de Dios, sed o ansia de consagrarme a Dios y de vivir para Dios. Es mi mismo Padre celestial quien me dio, como inestimable regalo de su misericordia, esta misteriosa sed de lo sobrenatural, de la vida eterna.
El mismo Jesucristo, mi Redentor, puso la sed de Dios en mi corazón. No conocía yo este tesoro, pero Jesucristo, sin yo conocerlo ni merecerlo, me dio esta sed viva de Dios, y con ella tuve fortaleza y determinación para dejar todo lo del mundo y venir a Él. Ni hubiera podido tener la fortaleza y determinación para dejarlo todo y renunciarme a mí mismo si Él no hubiera puesto esta inflamación y sed en mí.
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