Nuestra Señora y el Patriarca San José se presentan a Dios entregándose virginalmente, en cuerpo y alma, en un abandono sencillo y total a la divina inspiración, desde su infancia -que tuvo presumiblemente también San José, según los escritos inspirados de almas santas como la Venerable Madre Ágreda y la M. María Cecilia Baij- sin saber a donde les conducía.
He aquí la primera cooperación al don de plenitud de gracia inicial -maternal y paternal- que les otorgó Dios para el cumplimiento de sus planes salvíficos. A esta misericordia totalmente gratuita, cuando ambos conocen, en su momento, su vocación por ministerio angélico, responden abandonándose por completo a la Voluntad del Señor.
Gracias. San José nunca falla, como también enseñaba nuestra gran doctora santa Teresa de Ávila. Desde estas líneas, pido una oración para todos los que hoy en día estén pasando o hayan de pasar el trance de la muerte. Que san José los conduzca hasta Dios.
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