lunes, 1 de agosto de 2011

LUNES: EL PURGATORIO DE LOS QUE JUZGAN A OTROS.


   María Simma, vidente de las Ánimas del Purgatorio nos relata como en 1954, un hombre fue a visitarla para preguntarle sobre el destino final de dos difuntos de su pueblo.


   Un mes después, María Simma le dijo: “La Señora S. está liberada y el Señor H. está en el fondo del Purgatorio”. Entonces, aquél hombre preocupado por la salvación de sus paisanos, hizo una mueca y le contestó: “No es posible, la Señora S. murió en el hospital a consecuencia de un aborto, ¿cómo puede estar ella liberada?. Mientras que el Señor H. llegaba el primero a la iglesia y salía el último…¿está en el fondo del Purgatorio?.
   María Simma dudo por un momento: “Quizás anoté mal la respuesta… volveré a preguntar”. Así lo hizo, pero recibió la misma respuesta. Cuando se reunió de nuevo con el interesado, éste, se negó a creer.


   Pasados unos días, una vecina del mismo pueblo, que conocía bien a ambos difuntos, se aventuró a hablar con la campesina vidente de las Almas del Purgatorio. Para sorpresa de María Simma, la mujer le ayudó a aclarar el por qué de la respuesta que había recibido del Purgatorio. “La gente del pueblo se enfadó con su respuesta- le confesó a María- pero a mí me fortaleció en la fe”. Y es que esta vecina conocía bien la vida de ambos difuntos:


   “Conocí a la Señora S. como si hubiese sido mi hermana. Es cierto  que era moralmente muy débil, pero sufría mucho por esto. Su debilidad en gran parte era la consecuencia de varios defectos heredados. 


   También es cierto que murió abortando, pero el sacerdote del hospital, que estaba presente y que le dio los últimos sacramentos dijo que le gustaría morir con los mismos sentimientos de penitencia que aquella mujer. Por eso, murió en Cristo y fue religiosamente enterrada. Sin embargo, el Señor H., que era muy asiduo a la iglesia, según salía de ésta, criticaba a todos. Incluso se atrevió a decir en el funeral de la Señora S. “una asquerosa como ella no merece ser enterrada en el cementerio”.


   María Simma le agradeció su explicación y le dijo: “Ahora está todo claro: el Dios Nuestro Señor no quiere que juzguemos a nadie. El Sr. H. juzgó a aquella mujer, sin embargo, Dios fue misericordioso con él, porque aún estando en el fondo del Purgatorio, lo salvó… y es que ,¡es tan peligroso juzgar a alguien!.

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