jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO; LA VIDA DE CRISTO REPRESENTADA EN EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA



          Así pues, entre todas las cosas que Jesús nos mandó a los cristianos para conseguir y alcanzar la gloria, tenemos ésta: que representáramos su Santa y Bendita Vida en la Misa. Porque cuando el día de Jueves Santo de la Cena instituyó este Santo Sacramento de la Misa, mandó: Haced esto en recuerdo mío (Lc. 22, 19 y 1 Cor. 11, 23). No dijo sólo en recuerdo y conmemoración de la Pasión, sino en recuerdo mío; es decir, de toda la vida de Cristo, que se ha de representar desde el día del Nacimiento hasta el día de la Ascensión. 

          Podréis decir algunos: “Este mandamiento ha sido dado solamente a los clérigos”. Pues yo os digo a vosotros que este mandato se dirige a los clérigos y a los laicos. A los clérigos para que conmemoren la vida de Cristo celebrando; a los laicos para que conmemoren oyendo y escuchando. Por eso mismo dice el tema: Haced lo que Él os diga (Jn. 2,5). Esto es, a saber, conmemorar la vida de Cristo, celebrando los clérigos y los laicos oyendo y escuchando devotamente.

          Tened presente esto que os indico: que desde el día que Jesucristo, Salvador nuestro, descendió del Cielo por la Encarnación hasta el día que subió al Cielo, toda su vida esta representada en la Misa solemne por treinta obras principalmente, aunque sabemos que hay más obras que desconocemos. Por eso dice el evangelista san Juan en el último capítulo: Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran (Jn. 21,25).


          La primera obra que hizo Jesús Cristo, Hijo de Dios y nuestro Salvador, en este mundo fue la Encarnación, cuando descendió del Cielo se introdujo en el vientre virginal de María Virgen, revistiéndose de humanidad. Y esto os digo que se representa en la Misa... así como el presbítero es revestido en la sacristía y nadie del pueblo le ha visto vestirse, así mismo cuando Jesús Cristo, Sumo Sacerdote, se reviste de humanidad en la sacristía, que es la Bienaventurada Virgen, para decir la Misa en el Altar de la Cruz, nadie del pueblo judío lo supo, ni lo vio cuando fue encarnado, porque esto sucedió muy en secreto. 

          Después que la Bienaventurada María, su madre, lo encontró en el Templo, que fue bendecida con tanto gozo que experimentó que no pudo sus lágrimas contener y bendecir al Señor. A continuación mirad qué hizo el glorioso Señor y cuánta fue su abundantísima y gran humildad, que inmediatamente que vio a su madre bendita, se acercó a ella y a José y confortaba su sacratísima Madre, secándole las lágrimas y regresó con ellos mismos a Nazaret, y no obstante ser él mismo el Rey de Reyes y Señor de todo el mundo, sin embargo quería ser súbdito de su Madre y José. Lo dice Lucas (Lc. 2, 51): Y vivía sujeto a ellos. 

          Estas consolaciones que hacía Jesús a su Madre las representa el presbítero cuando, dicho el Credo, se vuelve al pueblo diciendo: “El Señor esté con vosotros”. Y después de esto, está todo lo que hace el presbítero en el altar preparando los corporales y la hostia y el cáliz, que pertenecen al sacrificio y representa aquel ministerio y servicio que hizo nuestro Señor Jesús Cristo a su sacratísima Madre. Por eso él mismo decía en Mateo (Mt. 20, 28): El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir

          Después que atendió y sirvió a su madre, y según aquello que se lee en San Mateo (cf. Mt. 13, 55) y Marcos (cf. Mc. 6,3) que nuestro Salvador por su humildad ayudaba a su padre putativo José en el oficio de carpintero, puesto que él en su ancianidad no podía manejar la sierra y por lo tanto le ayudaba a manejarla. Por esto dice el Maestro Nicolás de Lira referente a este pasaje que Jesús utilizó este oficio. Y por esta razón decían los judíos y está en Mateo (cf. Mt. 13,55) y Marcos (cf. Mc. 6,3): ¿No es este el hijo del carpintero? Porque nuestro Señor Jesús Cristo ayudaba a José para que pudieran vivir, por eso creían los judíos que era su hijo. ¡Qué estúpidos! Después de esto el bendito Señor llegó a edad de treinta años y se fue a bautizar, aunque no era necesario para él. Pero lo hizo para santificar las aguas para nuestra salvación. 

          Esto se representa en la Misa cuando el presbítero lava sus manos. Ahora os pregunto:¿porque el presbítero se lava las manos? ¿Acaso no lavó su conciencia por la confesión sacramental y también las manos antes de la Misa? Ciertamente que sí, pues sin esas cosas diría la Misa para la condenación de su alma. Por tanto buena gente, el presbítero lava sus manos no porque necesite la limpieza, sino para representar al Salvador y a nuestro Señor Jesús Cristo, que tiene la plenitud de toda santidad y que no necesitaba el bautismo, pero por humildad y por nuestra utilidad él mismo quiso bautizarse y darnos la virtud del agua para lavarnos. Y por eso el presbítero, no obstante que está confesado sacramentalmente, aunque sea santo y sin ninguna mancha de pecado, debe lavarse las manos. Por eso dice el presbítero: Lavaré mis manos entre los inocentes, y me pondré alrededor de tu altar, Señor, dice el Salmo (Sal. 25,6) súplica de un justo perseguido. Porque quiero decir: consistía en que yo sea puro y limpio de toda mancha de pecado, por lo cual sea contado entre los inocentes; y en que Señor, para representar aquel baño de nuestro bautismo, vos que sois plenitud de santidad, sin embargo quisisteis ser lavado y por eso yo me lavaré ahora.

           Después de la predicación de aquel gran sermón a los Apóstoles, salió hacia el huerto para hacer oración y oró tres veces a Dios Padre diciendo: Padre mío, si es posible que  pase de mí esta copa… El espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 39.41). Y él mismo en cuanto Dios no temía a la muerte, pero sí en cuanto hombre. Y por lo tanto siendo consciente de las pasiones que él iba a padecer, decía: Padre mío, si es posible que pase, etc. Esta amargura de la pasión se basa en la sensualidad que está enferma, pero el espíritu está pronto. En la tercera vez que oró, y le sobrevino un temblor y el sudor de sangre, es cuando vino el ángel a confortarlo (cf. Lc. 22, 43-44). No como si él mismo necesitara el ánimo, sino como el escudero que conforta a su señor, diciendo por si acaso: “Señor esforzaros, porque ahora alcanzaréis la victoria sobre vuestros enemigos” ; así el ángel le decía a nuestro Salvador: “Señor mirad a las almas santas, que os esperan en el Limbo del infierno y ya ansían la gloria, y así confortaréis vuestra humanidad”. Y el clementísimo Señor oró por él mismo y por nosotros. 

          Por él mismo rogando al Padre Dios por su resurrección; no es que estuviera dudoso de su Resurrección, o impotente para resucitar, sino que así convenía que lo hiciera. Y esto lo hacía como hombre. También oró por nosotros, para que constante y voluntario recibiera la muerte por nosotros, para que nosotros estemos ardientes y firmes para sostener la muerte por él mismo y resucitemos gloriosos.

          Se representa en la Misa cuando el presbítero traza tres cruces sobre el cáliz,  diciendo: “Bendecida, aceptada y ratificada”, significando aquellas tres oraciones que hizo el Salvador en el huerto. Después hace dos cruces sobre la hostia demostrando así 
que Jesús rogaba por dos, a saber, por sí mismo, en cuanto hombre y por nosotros. 




( San Vicente Ferrer )




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