San Mateo afirma en su Evangelio que San José “era un varón justo”. Esto, en el lenguaje bíblico, significa un varón adornado de todas las virtudes. Por otro lado, tanto San Mateo cuanto San Lucas afirman que San José es descendiente del Rey David, lo que revela su dignidad incluso del punto de vista natural.
San José ejerció el oficio de padre en la Sagrada Familia. A él se le encomendó darle nombre a su hijo legal, como le fue dicho por el Ángel. A él se le confió también velar por la seguridad del Niño Jesús y de Su Madre. Y, en todo momento, Jesús obedece a San José como a Su verdadero padre (San Lucas, cap. 2, vers. 51).
En el Evangelio consta que San José era carpintero: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (San Mateo, cap. 13, vers. 55). Pero la expresión es más genérica, pues dice filius fabri, es decir, hijo de artesano. La tradición tradujo artesano por carpintero, pero sin excluir el hecho, sin duda cierto, de que San José, en muchas ocasiones, prestó otros servicios comunes a un trabajador manual, para ganar el sustento diario de su familia.
En la Encíclica Quamquam pluries, el Papa León XIII expone de manera densa y profunda la doctrina sobre San José, desde los fundamentos de su excelsa dignidad y gloria hasta la razón propia y singular de ser proclamado patrono de toda la Iglesia, así como modelo y abogado de todas las familias y hogares cristianos.
Otro Papa, Benedicto XV, al cumplirse medio siglo de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Universal, en su Motu Proprio Bonum sane, recordando la necesidad y eficacia de la devoción al Santo Patriarca, propone sus virtudes de modo especial a las familias pobres y a los trabajadores humildes, tan descristianizados en nuestra época neopagana.
Por fin, es creencia común que el Santo Patriarca durmió en el Señor antes que Cristo comenzara su ministerio público, con toda seguridad antes de las bodas de Caná, y, por consiguiente, antes de la Pasión del Señor. Y diversos teólogos, entre ellos San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio, afirman que murió de amor de Dios.
Terminemos con San Bernardino de Siena: “Piadosamente se ha de creer que, en su muerte, tuvo presentes a Jesús y a María Santísima. Cuántas exhortaciones, consuelos, promesas, iluminaciones, inflamaciones y revelaciones de los bienes eternos recibiría en su tránsito de parte de su Santísima Esposa y del Dulcísimo Hijo de Dios, Jesús”.
(Extraído del libro del Padre Fray Bonifacio Llamera O.P., Teología de San José, B.A.C., Madrid, 1953)
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