La Piedad Católica dedica los Sábados a honrar de una manera más especial que otros días, a Nuestra Santa Madre, la Virgen María. Lo hacemos en este orden porque si en el Domingo reconocemos el inicio de la semana cristiana, por la Resurrección de Cristo, es obvio que antes, el Sábado, reconozcamos a Aquella Virgen, que fue el medio para que Dios se hiciera hombre entre nosotros. Por María vino Cristo al mundo la primera vez, como manso Cordero, y por Ella ha de regresar una segunda vez, pero como Juez Justo.
Una manera sencilla de saludar a la Virgen Purísima es con la tradicional Devoción de Las Tres Avemarías, una piadosa forma de agradecer a la Santísima Trinidad los Tres principales Privilegios que le han sido otorgados a la Virgen María: Poder, Sabiduría y Misericordia. Como cualquier otra devoción mariana, no tiene otro fin que el de dar Gloria a Dios y reconocer Su Obra perfecta en la Virgen Nuestra Madre.
Lo mejor es rezarlas por la mañana, después de hacer el OFRECIMIENTO DIARIO DE OBRAS, para buscar así la protección maternal de la que es Madre de Dios y Madre nuestra. No dejes de llamar a la Virgen en tus necesidades, apenas te llevará tres minutos dedicarle LAS TRES AVEMARÍAS ante cualquier problema o -por qué no- a modo de agradecimiento por cuantas gracias recibimos de Dios por medio de Sus purísimas manos.
Por la noche, no te retires a descansar sin rezar otras tres Avemarías: no hay mayor felicidad que dormir con la certeza en nuestro corazón, de que nos cuida la que veló al Niño Jesús.
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Ella misma reveló a Santa Gertrudis:"Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y la Ternura misericordiosa del Espíritu Santo, nada se aproxima al Poder, la Sabiduría y la Ternura misericordiosa de María."
Santa Gertrudis continua narrando que la Virgen le comunicó que “Quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el Poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la Sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente Caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo”
En otra ocasión la Virgen María le manifestó a esta Santa, refiriéndose a todos los que la invocamos diariamente con el rezo de las Tres Avemarías: “A la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que Mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales”. Es la Virgen misma, quien nos promete Su asistencia visible en los últimos momentos de la vida a quienes la honremos cada día con Las Tres Avemarías.
Según el Bienaventurado Fray Diego José de Cádiz, capuchino que vivió en el siglo XVIII, la Madre de Dios le reveló que: “Una de las más agradables devociones que se le pueden ofrecer, es la de ayudarle a dar gracias a la Augusta Trinidad por el Poder que recibió del Padre Eterno, por la Sabiduría con que la enriqueció su Hijo y por la Caridad de que la llenó el Espíritu Santo”. Todo ello mediante el rezo cotidiano de Las Tres Avemarías
Cuando Sor María Villani, religiosa Dominica del siglo XVI, rezaba un día Las Tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen María esta promesa: “No solo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial Protectora tuya y de cuantos como tu practiquen esta Devoción”
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