El Padre Matías Vinuesa y López de Alfaro nació en Neila, Burgos, en 1778. Estudio en tres universidades: Alcalá, Toledo y Sigüenza, alcanzando el grado de Doctor en Teología. En 1804 fue ordenado Sacerdote y nombrado Párroco de Tamajón, en Guadalajara.
Durante la Guerra de la Independencia se echó al monte como guerrillero, siendo conocido como "El Cura de Tamajón".
Por su denodada defensa del absolutismo, el Padre Vinuesa fue recompensado por Fernando VII que le otorgó una capellanía de honor y el cargo de Canónigo Arcediano en la Catedral de Tarazona.
Cuando triunfa la conspiración masónica que establece en 1820 lo que luego será conocido como Trienio Liberal, el Padre Vinuesa se convierte en el cabecilla de una conspiración a favor del restablecimiento del Rey absoluto. Descubiertos los planes de los realistas, el Sacerdote es detenido en Febrero de 1821. En Mayo fue juzgado y condenado a diez años de prisión.
Los liberales esperaban que el Padre Vinuesa fuese condenado a muerte y la noticia de su condena los disgustó. Es aquí cuando la Historia nos cuenta que el 4 de Mayo de 1821 unos cincuenta o sesenta "espontáneos" se congregan en la Puerta del Sol, frente a la Cárcel de la Corte donde estaba preso el Padre Matías Vinuesa.
Aquella muchedumbre asalta la cárcel, sin que la Milicia Nacional apenas reaccione; una vez dentro de la Cárcel se hacen con las llaves de la celda donde estaba recluido el clérigo, que es sorprendido mientras rezaba de rodillas ante un cuadro de la Virgen María. Según dicen algunos testimonios, un sargento de la Guardia Real intentó calmar la furia tumultuaria, pero no logró apaciguarlos. Uno de los bárbaros golpeó en la cabeza al Padre Vinuesa con un martillo, y los demás hincaron en el cuerpo moribundo del Sacerdote sus sables, sin que faltaran los que dispararon sus pistolones sobre el cuerpo de la víctima. Los sacrílegos asesinos empaparon sus pañuelos en la sangre del cadáver y, saliendo a la calle, los criminales agitaron aquellos trapos sangrientos a la luz del día, celebrando su carnicería.
Aquel crimen quedó impune, pese a las protestas de las Cortes y del mismo Rey Fernando VII. Para que no quedara duda alguna de quiénes fueron los asesinos del Padre Vinuesa, los miembros de la llamada "Sociedad de los Caballeros Comuneros" (también "Hijos de Padilla"), pasaron a ostentar el emblema del martillo en recuerdo de aquel martillo con el que mataron a aquel indefenso Sacerdote: como insignias, casi siempre de plata, aquellos martillos los llevaban los "comuneros" en la solapa.
La mayor parte de los historiadores concuerdan en que al Padre Vinuesa lo mataron miembros de la sociedad de exaltados "Comuneros", que no eran otra cosa más que una fracción de la Masonería. La mayor parte de los "comuneros" creían pertenecer a una sociedad distinta a la masonería, pero el hecho es que los mismos jefes de la Sociedad de los Comuneros (Romero Alpuente, p. ej.) eran principales masones que siempre permanecieron obedientes a los dictados del Grande Oriente. En este sentido, los "comuneros" (como más tarde el socialismo, el comunismo y el anarquismo) constituyen lo que se llama "cámaras masónicas del grado noveno", que son las encargadas de ejecutar las venganzas que decretan las "cámaras masónicas del grado treinta".
El Padre Matías Vinuesa no fue asesinado por unos exaltados que espontáneamente tomaron aquella terrible y homicida decisión. No fue ejecutado por una sociedad secreta distinta de la Masonería, sino por un tentáculo de la misma Masonería. Ni que decir tiene que sus asesinos contaron con la complicidad de algunos milicianos nacionales que, en vez de proteger al Sacerdote, colaboraron dándole las llaves a aquellos criminales.
Por decreto de 21 de Febrero de 1824 ordenó el Rey Fernando VII hacer unas exequias fúnebres en memoria del que fuera su Capellán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.