"Finalmente llegó el más hermoso de los días. ¡Qué inefables recuerdos han dejado en mi alma hasta los más pequeños detalles de esta jornada de Cielo...! El gozoso despertar de la aurora, los besos respetuosos y tiernos de las profesoras y de las compañeras mayores... La gran sala repleta de copos de nieve, con los que nos iban vistiendo a las niñas una tras otra. Y sobre todo, la entrada en la capilla y el precioso canto matinal "¡Oh altar sagrado, que rodean los Ángeles!...
Pero no quiero entrar en detalles. Hay cosas que si se exponen al aire pierden su perfume, y hay sentimientos del alma que no pueden traducirse al lenguaje de la tierra sin que pierdan su sentido íntimo y celestial. Son como aquella "piedra blanca que se dará al vencedor, en la que hay escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que la recibe.
¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma...! Fue un beso de amor. Me sentía amada, y decía a mi vez: "Te amo y me entrego a Ti para siempre.
No hubo preguntas, ni luchas, ni sacrificios. Desde hacía mucho tiempo, Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido... Aquel día no fue ya una mirada, sino una fusión. Ya no eran dos: Teresa había desaparecido como la gota de agua que se pierde en medio del océano. Sólo quedaba Jesús, Él era el Dueño, el Rey. ¿No le había pedido Teresa que le quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo? ¡Se sentía tan débil, tan frágil, que quería unirse para siempre a la Fuerza divina...!
Su alegría era demasiado grande y demasiado profunda para poder contenerla. Pronto la inundaron lágrimas deliciosas, con gran asombro de sus compañeras, que más tarde comentaban entre ellas: "-¿Por qué lloraba? ¿Habría algo que la atormentaba? -No, sería porque no tenía a su madre a su lado, o a su hermana la carmelita a la que tanto quiere". No comprendían que cuando toda la alegría del Cielo baja a un corazón, este corazón desterrado no puede soportarlo sin deshacerse en lágrimas..."
HISTORIA DE UN ALMA,
por Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz
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