lunes, 24 de mayo de 2021

SOR MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA


                Sor María de Jesús nació en la villa de Ágreda, provincia de Soria, España, en 1602, y murió allí mismo en 1665.

               Célebre religiosa, confidente y consejera del Rey Felipe IV, fundadora y escritora. Se llamaba en el mundo María Coronel y Arana y en religión María de Jesús, pero fue conocida por el nombre de su ciudad natal. 




               Sor María de Jesús, perteneció a una familia hidalga y de extremada religiosidad, hasta tal punto que, cuando María tenía dieciséis años, padres e hijos abandonan el mundo y abrazan la vida religiosa; su propia casa quedó convertida en convento y en ella continúa con su madre y su hermana, las tres como Concepcionistas Franciscanas. 

               Fue adquiriendo fama de santidad y de ser favorecida con revelaciones sobrenaturales y, antes de cumplir los veinticinco años, era elegida abadesa, dispensándole el Papa la falta de edad. Con recursos de la caridad fundó en las afueras de la villa de Ágreda el Monasterio de la Inmaculada Concepción, al que se traslada la Comunidad en 1633. La fama de sus virtudes y sabiduría movieron al Monarca Felipe IV a visitarla cuando en Julio de 1643 pasaba hacia Aragón con motivo de la Guerra de Cataluña.

               La situación de España era crítica y el Rey debió encontrar consuelo en la conversación de la abadesa, solicitando una amistad epistolar que con gran sigilo y puntualidad había de durar hasta la muerte de la monja. En esta correspondencia, de la que hizo copia por mandato de su confesor, no sólo levanta el espíritu apocado del rey y le da consuelos de perfección espiritual, sino que trata de los asuntos más arduos de la gobernación del Reino. Trabaja en pro y en contra de validos (mano derecha del Rey), aconseja campañas y provoca medidas públicas. Abarca resueltamente la cuestión del gobierno del Conde-Duque de Olivares, al que censura con energía como perturbador de la paz del Estado, y recuerda al Rey la obligación que tenía de hacerlo todo por sí mismo sin privados ni favoritos. 

               Cuando durante la guerra de Cataluña estuvo el Monarca a punto de indisponerse con Aragón, por la jurisdicción del Tribunal de la Fe, le aconseja con buen criterio que aplazase a toda costa el negocio de la Inquisición «por ser de mucho peso y preciso resolverle con tiento y tomando medios y arbitrios para ajustarse a todos». 

               En política exterior es partidaria de la paz. Durante las negociaciones en Münster y Osnabruck, que habían de culminar en la paz de Westfalia, trató de inclinar a Felipe IV a terminar la guerra con Francia, para ocuparse con todas sus fuerzas en el problema de Portugal, y hasta escribió al Papa Alejandro VII solicitando su mediación en favor de la concordia entre los Príncipes Cristianos.




               En el orden místico, sus ideas fueron elevadas y dentro de la más firme ortodoxia, pero se vio envuelta por la Santa Inquisición en un proceso, del que salió absuelta con las más favorables censuras, en 1650, tras quince años de litigios; la Universidad de la Sorbona de París llegó a condenar varias proposiciones de sus libros.  

               El más notable de sus escritos religiosos es "La Mística Ciudad de Dios", (con más de ciento setenta ediciones en diez idiomas) una historia de la Virgen en la que están resumidas las más importantes de sus tesis teológicas, el Dogma de la Inmaculada y la Infalibilidad Pontificia. Acerca de esta obra se entabló apasionada controversia que duró más de un siglo.

               Se cuenta que Sor María de Jesús de Ágreda poseía diferentes dones místicos, entre otros, el de la bilocación, lo que supuestamente la llevó a evangelizar a los aborígenes de las regiones de Texas, Arizona y Nuevo México, donde fue llamada "la Dama de azul", en una clara alusión a la capa de las religiosas concepcionistas, como lo narra el Franciscano Padre Benavides, que además informó a sus Superiores en México y el Rey Felipe IV; en 1630, este mismo religioso se trasladó a España para conocer a Sor María de Jesús de Ágreda y a conminarla bajo juramento a decir la verdad. Ella le confirmó que, efectivamente, era llevada por Ángeles a países para ella desconocidos a predicar a Jesucristo entre paganos e idólatras y explicarles cómo llegar hasta los Sacerdotes que pudiesen bautizarles. 




               Desde el punto de vista histórico, es de sumo interés su correspondencia con el Rey, que duró más de veinte años, con un total de seiscientas cartas, algunas publicadas por Francisco Silvela, precedida de un bosquejo histórico, en el que va encajando la actuación de Sor María (Cartas de la Venerable Madre Sor María de Ágreda y del Rey Don Felipe IV, Madrid, 1885). «En ellas no sólo se alcanzan pormenores de la mayor importancia sobre personajes y sucesos de aquel tiempo, sino que se descubre también en sus más íntimos repliegues el carácter moral del Monarca, completándose con nuevas perspectivas el cuadro de la Corte y de la sociedad española en el siglo XVII» . 

               Sor María de Jesús, falleció el 24 de Mayo de 1655, a los 63 años, en el Convento de Ágreda. Hoy día en la Capilla del Convento de la Inmaculada Concepción, puede verse su sepulcro y la urna de cristal, donde se venera su cuerpo incorrupto.



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