María Santísima nos socorre en medio de las intemperies espirituales que todos padecemos a lo largo de nuestro peregrinar hacia el Cielo. Tormentas de las luchas frente a las tentaciones, al pecado, a la tibieza, o a las aflicciones del día a día. Tormentas de la vida, tormentas del alma. En todas estas circunstancias, Nuestra Señora viene a nuestro encuentro, como la Madre que se inclina, deseosa de solicitud, sobre el hijo necesitado. Nos acude inmediatamente, trayéndonos confort, ánimo, y la bonanza que, como siempre, sucede a las tormentas.
Plinio Corrêa de Oliveira
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