"...la Iglesia misma no tiene otra razón de existir sino la de hacer partícipes a todos los hombres de la Redención salvadora, por medio de la dilatación por todo el mundo del Reino de Cristo. no sólo no debe contentarse con defender y conservar la grey del Señor ya a él confiada, sino que faltaría a una de sus más graves obligaciones si no procurase con todo empeño ganar y atraer a Cristo las ovejas aún apartadas de Él..."
"El deber de nuestro amor exige, sin duda, no sólo que procuremos aumentar cuanto podamos el número de aquellos que le conocen y adoran ya «en espíritu y en verdad» (1), sino también que sometamos al imperio de nuestro amantísimo Redentor cuanto más y más podamos, para que se obtenga cada vez mejor «el fruto de su sangre» (2), y nos hagamos así más agradables a Él, ya que nada le agrada tanto como el que los hombres se salven y vengan al conocimiento de la Verdad (3)..."
"Y si Cristo puso como nota característica de Sus discípulos el amarse mutuamente (4), ¿qué mayor ni más perfecta caridad podremos mostrar a nuestros hermanos que el procurar sacarlos de las tinieblas de la superstición e iluminarlos con la Verdadera Fe de Jesucristo?..."
Papa Pío XI, en su Encíclica Rerum Ecclesiae,
28 de Febrero de 1926
NOTAS
1 Evangelio de San Juan, cap. 4, vers. 24
2 Salmo 29, vers. 10
3 1ª Carta a Timoteo, cap. 2, vers. 4
4 Evangelio de San Juan, cap 13, vers. 35; cap. 15, vers. 12
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