Todas las purezas que se puedan imaginar no llegan ni de lejos a los pies de la pureza de Nuestra Señora, que se hace no sólo de ausencia de cualquier inclinación hacia el mal, sino de un impulso de alma directa y exclusivamente hacia Dios, sin compromiso con más nada y nadie. Es un ímpetu entero, de una fuerza, de una integridad, de un deseo de Absoluto y tampoco se puede medir. Es superfluo decir que, en esa concepción de pureza, entra también el sentido de castidad, cerca de la cual la nieve sería un carbón.
Doctor Plinio Corrêa de Oliveira
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