"Que cargue con su cruz..."
Con su cruz. ¡Sí, con su propia cruz!. Que ese hombre y esa mujer excepcionales –que toda la tierra no alcanza a pagar (Pr 31,10)– tomen con alegría, abracen con entusiasmo y lleven en sus hombros con valentía su propia cruz y no la de los demás:
* La cruz, que mi sabiduría le fabricó con número, peso y medida (Ef 3,18);
* La cruz, cuyas dimensiones –espesor, longitud, anchura y profundidad– tracé por mi propia mano con perfección extraordinaria.
* La cruz, que les he labrado con un trozo de la que llevé al Calvario, como fruto del amor infinito que le tengo.
* La cruz, que es el mejor regalo que puedo hacer a mis elegidos en este mundo.
* La cruz, constituida en cuanto a su espesor, por la pérdida de sus bienes, las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades y penalidades espirituales, que –por permiso mío– les sobrevendrán día tras día hasta la muerte.
* La cruz, constituida en cuanto a su longitud, por una serie de meses o días en que se verán abrumados de calumnias, postrados en un lecho, reducidos a mendicidad, víctimas de tentaciones, abandonos y otras congojas interiores.
* La cruz, conformada en cuanto a su anchura, por el trato más duro y amargo de parte de sus amigos, servidores o familiares.
* La cruz, conformada, por último, en cuanto a su profundidad, por las penas más ocultas con que les atormentaré, sin que logren hallar consuelo en las criaturas, las cuales, por orden mía, les volverán la espalda y se unirán a mí para hacerles sufrir.
¡Que cargue con su cruz! Que no la lleve arrastrando, ni la rechace, ni la recorte, ni la esconda. En otras palabras: que la lleve en alto, sin impaciencia , sin quejas ni críticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas, sin avergonzarse ni ceder al respeto humano.
Que la estampe sobre su frente, diciendo con San Pablo:
"Dios me libre de gloriarme más que en la Cruz
de Nuestro Señor Jesucristo"
(Gal 5,14)
Que la lleve a cuestas, a ejemplo de Jesucristo, para que sea el arma de sus conquistas y el cetro de su imperio (Is 9,6.7).
Por último, que la enarbole en su corazón por el amor, para que se convierta en zarza encendida que arda sin consumirse noche y día en el amor puro de Dios (Ex 3,2).
Que cargue con su cruz, porque nada es tan necesario, tan útil, tan dulce ni tan glorioso, como padecer por Jesucristo (Hch 5,41).
Carta a los Amigos de la Cruz
San Luis Mª. Grignión de Montffort
* * *
Hermoso, me ha conmovido hasta las lagrimas.
ResponderEliminar¡¡ Adelante pues hermanos, que de que hemos de Gloriarnos si no de esto, de La CRUZ que llevamos, muestra de cariño y de Amor de aquel que la cargo primero por amor Nuestro !!
Gracias Abigail! ya sabes que aquí tienes un hueco para cuando quieras volver a participar con algún artículo.
ResponderEliminarGracias querido Juan Diego, Sabes que agradecida estoy con el favor de tu amistad y ruego a Dios nos lleguemos a encontrar todos los hermanos del redil un día en la Patria Celestial.
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