A la derecha (Mt 6,24), el de nuestro amable Salvador. Avanza por un camino más estrecho y reducido que nunca,a causa de la corrupción del mundo. El divino Maestro encabeza el desfile. Avanza con los pies descalzos, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo ensangrentado. Lleva a cuestas una pesada cruz. Sólo le sigue un puñado de personas; eso sí, las más valientes. Porque la voz de Jesús es tan suave que no se la puede escuchar en medio del tumulto del mundo o porque hace falta el valor necesario para seguirlo en la pobreza, los dolores, las humillaciones y demás cruces que es preciso llevar para servir al Señor todos los días.
A la izquierda, el bando del pecado o del demonio (Mt 25,33). Bando mucho más numeroso, espléndido y vistoso, al menos en apariencia. Lo más selecto del mundo corre hacia él. Las gentes se apretujan, aunque los caminos son anchos y más espaciosos que nunca, porque las multitudes
transitan por ellos como torrentes. Sus senderos están tapizados de flores, bordeados de diversiones y placeres, cubiertos de oro y plata (Mt 7,13-14).
A la derecha, el pequeño rebaño (Lc 12,32) que sigue a Jesucristo: habla sólo de lágrimas, penitencia, oración y desprecio a lo mundano. Se oyen allí continuamente palabras como éstas entrecortadas por sollozos: “Suframos, gimamos, ayunemos, oremos, ocultémonos, vivamos como pobres, mortifiquémonos” (Jn 16,20). Pues, quien no posee el espíritu de Jesucristo –que es espíritu de Cruz– no puede pertenecerle a Él (Rom 8,9). Los que pertenecen a Jesucristo tienen crucificada su carne con sus pasiones y deseos (Gál 5,24). O somos imagen viviente de Jesucristo o nos perdemos.
"Carta a los Amigos de la Cruz"
San Luis Mª. Grignión de Montfort
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Gracias hermanito por esta preciosa publicación. Que este texto de San Luis Mª. Grignión de Montfort nos ayude a mover nuestro deseo de querer vivir crucificados con Cristo, mortificados, sufrientes, por amor a a Él +
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