viernes, 23 de marzo de 2012

EL AMOR DEL ALMA ( VI ) Meditaciones de la Pasión de Jesucristo, por San Alfonso Mª. de Ligorio

   Sobremanera tierna, amorosa y llena de bondad fue la declaración que hizo el Redentor de su venida al mundo, cuando dijo: “Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué he de querer, sino que arda? (1).




   Vine a encender en las almas el fuego del amor divino, y todo mi afán es ver abrasados en estas sagradas llamas a todos los corazones de los hombres. Y luego añadió que ambicionaba ser bautizado con bautismo de sangre, no para purificarse de las manchas de sus propios pecados (puesto que era impecable), sino para borrar los nuestros, ya que los venía a expiar con sus trabajos. “Se llama bautismo a la Pasión de Cristo, dice San Buenaventura, porque con Su Sangre quedan purificadas nuestras almas” (2).


   Para darnos a entender Nuestro Amoroso Redentor las ansias vivísimas que tenía de morir por nosotros, con dulces y abrasadas expresiones de amor nos dice que sentía indecibles angustias, porque se retardaba el tiempo de su Pasión, tan grande era el deseo que tenía de padecer por nuestro amor. Estas son sus admirables palabras: “Con un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo traigo en prensa mi corazón hasta que no se cumpla! (3).


   ¡Oh Dios enamorado de los hombres! ¿qué más podíais hacer y decir para ponerme en la obligación de amaros? ¿Qué provechos podíais sacar de mi amor, que para conquistarlo quisisteis morir, y tanto suspirabais por la muerte?


   Si uno de mis criados hubiera manifestado deseos de morir por mí, con sólo esto se hubiera conquistado mi amor: y ¿podré yo vivir sin amaros con todo mi corazón, a Vos, Rey mío y Dios mío, que habéis muerto por mí y me habéis tenido tan grandes deseos de padecer para conquistar mi amor?

(1) Luc. XII, 49
(2) In Ev. S. Luc., cap.XII, n.71
(3) Luc. XII, 50

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