¡Bendita sea eternamente la Misericordia de nuestro Dios por habernos dado un Sacerdote Santo, Santísimo, que ofrece al Eterno Padre este Divino Sacrificio en todos los países, puesto que la luz de la Fe ilumina hoy al mundo entero!
Sí, en todo tiempo, todos los días y a todas horas; porque el sol no se oculta a nuestra vista sino para alumbrar a otros puntos del globo; a todas horas, por consiguiente, este Sacerdote Santo ofrece a su Eterno Padre su Cuerpo, su Sangre, su Alma, a sí mismo, todo por nosotros, y tantas veces como Misas se celebren en todo el universo. ¡Oh, qué inmenso y precioso tesoro! ¡Qué mina de riquezas inestimables poseemos en la Iglesia de Dios!
¡Qué dicha la nuestra si pudiéramos asistir a todas esas Misas! ¡Qué capital de méritos adquiriríamos! ¡Qué cosecha de gracias recogeríamos durante nuestra vida, y qué inmensidad de gloria para la eternidad, asistiendo con fervor a tantos y tan Santos Sacrificios!
Pero, ¿qué digo, asistiendo? Los que oyen la Santa Misa, no solamente desempeñan el oficio de asistentes, sino también el de oferentes; así que con razón se les puede llamar sacerdotes: Fecisti nos Deo nostro regnum, et sacerdotes. El Celebrante es, en cierto modo, el Ministro público de la Iglesia, pues obra en nombre de todos: es el mediador de los fieles, y particularmente de los que asisten a la Santa Misa, para con el Sacerdote invisible, que es Jesucristo Nuestro Señor; y juntamente con Él, ofrece al Padre Eterno, en nombre de todos y en el suyo, el precio infinito de la Redención del género humano.
Sin embargo, no está solo en el ejercicio de este Augusto Misterio; con él concurren a ofrecer el Sacrificio todos los que asisten a la Santa Misa. Por eso el celebrante al dirigirse a los asistentes, les dice: Orate, fratres: "Orad hermanos, para que mi sacrificio, que también es el vuestro, sea agradable a Dios Padre Todopoderoso". Por estas palabras nos da a entender que, aun cuando él desempeña en el Altar el principal papel de Ministro visible, no obstante todos los presentes hacen con él la ofrenda de la Víctima Santa.
El Tesoro escondido de la Santa Misa
(San Leonardo de Porto Mauricio)
Hoy es Primer Jueves de Mes
recemos de forma especial por
la Santidad de nuestros Sacerdotes
"Oh Jesús que has instituido el Sacerdocio para continuar en la tierra la Obra Divina de salvar a las almas protege a tus sacerdotes en el refugio de Tu Sagrado Corazón.
Guarda sin mancha sus manos consagradas, que a diario tocan Tu Sagrado Cuerpo, y conserva puros sus labios teñidos con Tu Preciosa Sangre.
Haz que se preserven puros sus corazones, marcados con el sello sublime del Sacerdocio, y no permitas que el espíritu del mundo los contamine. Aumenta el número de Tus Apóstoles y que Tu Santo Amor los proteja de todo peligro.
Bendice sus trabajos y fatigas, y que como fruto de su apostolado obtengan la salvación de muchas almas que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén."
(Oración compuesta por Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz)
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