viernes, 20 de marzo de 2020

"YO SOY EL BÁLSAMO PARA CURAR TUS HERIDAS..."




               Sor Benigna Consolata Ferrero entró en la Historia de la Mística Católica por ser un alma confidente del Divino Corazón de Jesús, gracia muy especial de la que han gozado sólo pocos Santos. Desde el anonimato de la clausura, escribía cuanto le dictaba el Sagrado Corazón de Jesús, como lo hiciera el Señor con Santa Gertrudis, de modo semejante a Santa Margarita María de Alacoque y como volverá a pasar con Sor Josefa Menéndez.



De los Dictados de Jesús 
a Sor Benigna Consolata


               "Decir Jesús y decir Misericordia es la misma cosa; decir Jesús y decir Bondad es la misma cosa; decir Jesús y decir Compasión es la misma cosa. Yo soy el óleo para sanar tus llagas; Yo soy el bálsamo para curar tus heridas; Yo soy la leche que te nutre; Yo soy la fuente de agua viva, que te apaga la sed. Si quieres bajar al abismo de tu miseria, entra en el abismo de Mi Humildad.

              ¡Las almas rehuyen tanto las humillaciones! ¡Si ellas supieran el gran bien que encierran! Yo encuentro Mis delicias en una alma habitualmente humilde, esto es, que está siempre en un ambiente de humildad. 

              En cambio, un alma que no se humilla más que de cuando en cuando, Me hace sonreír en aquel momento, pero no hace Mis complacencias, como las hace un alma habitualmente humilde. No hay camino que conduzca más directamente, más seguramente, más pronto y más suavemente a Dios, que la humildad. La humildad estúdiala en el Evangelio; la humildad apréndela en Mi Vida; la humildad profundízala en la Eucaristía. Si tú bebes la humildad en estos tres manantiales, siempre la encontrarás. Las imperfecciones deben servir a un alma, como otros tantos grados para subir hacia Mí, por medio de la humildad, de la confianza y del amor. 

               Yo bajo hacia el alma  que se humilla y Yo quiero buscarla en su nada, para unirla Conmigo. El alma humilde siente un amor tal de humillaciones, que no se ve harta nunca,  y el Amor la quiere siempre así para unírsela cada vez más. ¡Bienaventurada esta alma! ha hallado la Puerta del Cielo, ha hallado el reposo, ha hallado la paz, ha hallado la Vida, ha hallado a su Dios. El Señor oculta Su presencia de Amor a los soberbios, así como el sol oculta sus rayos cuando una densa nube se pone por medio. Pero los humildes son como varios espejos, que reflejan mejor la presencia de Dios. 

               Un alma humilde tiene tal poder sobre el Corazón de Dios, que basta con una, verdaderamente humilde, para desarmar Mi Justicia, más que mil pecadores para armarla. La soledad del corazón es una gracia porque dispone al alma al íntimo comercio con Dios; el Señor se comunica al alma a medida que la encuentra sola y separada de todo; entonces la rodea de Sí mismo: dichosa el alma que se presta con amor al trabajo que obra en ella un Dios de Amor; Dios penetra y fecundiza esta alma como la lluvia las raíces de una planta: estas raíces no salen nunca de la tierra para ir en busca del agua, pero esperan la lluvia. Si salieran de la tierra se secarían aún más pronto; si te conservas en la humildad moras con Dios, porque Dios se queda con el alma humilde, como la sombra se queda con el cuerpo: donde está el cuerpo está también la sombra ..."






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